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El pícaro y el inocente

domingo 14 de octubre de 2012  

De vez en cuando, se te acerca alguien de entre el público que ha estado escuchándote, no para que le firmes un libro, ni tan siquiera para decirte que le ha gustado tu charla. Ese espectador misterioso se te acerca y, sobrepasando la separación física aceptable entre dos desconocidos, te dice que su vida contiene una novela y que tú has sido la elegida para escribirla. Quien esto escribe, no vacunada del todo contra la estúpida vanidad, se deja mecer cinco segundos por la idea de que esa persona, tras un disputado casting, te ha concedido un privilegio. Porque tú lo vales. Lo primero que suelo dar son las gracias. Luego, ya en mis cabales, me disculpo diciendo que ando con otros proyectos entre manos. Es entonces cuando dicho/a admirador/a, a fin de convencerte, comienza a patinar. Porque suele darse el caso de que el admirador más rendido se convierte en un alacrán en cuanto le llevas la contraria, y no es raro que te diga que su historia es infinitamente más interesante que las que tú cuentas. Y, caramba, puede que tenga razón, pero en la literatura lo que importa es la manera de narrar, más que los hechos en sí.

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Falta Nos Hace

domingo 7 de octubre de 2012  

Hay un desánimo general, quién puede negarlo. Usted sabe de lo que hablo. Ese encogimiento de hombros con el que se desvanecen de pronto las conversaciones. Alguien comienza agitando el tema. Qué tema. El único. Y todos entramos al trapo. Nos quitamos la palabra, argumentamos con vehemencia y rumiamos de qué manera interrumpir la soflama del otro. De pronto, como si el presente nos hubiera vencido de veras y la realidad nos cerrara la boca, viene el silencio. Nos encogemos de hombros y buscamos con la mirada perdida una esperanza de futuro. Ocurre que hay veces en que alguien decide darle un giro a la conversación proclamando la necesidad del optimismo. No porque haya verdaderas razones para sentirlo, sino por esa discutible teoría de que el optimismo es constructivo y el pesimismo es una mierda sobre otra mierda. Cuando se abre paso el optimismo, se dicen tantas tonterías como cuando cabalga el pesimismo; se dice, por ejemplo, que la crisis es creativa, que hay que reinventarse, ponerse las pilas, que si no se encuentra trabajo, pues que se lo inventa uno. Y una vez que ya se han formulado los tópicos de rigor, el silencio vuelve a vencernos y las miradas a perderse. Y si no se escucha aquella frase de “no somos nadie” no es por falta de ganas, sino porque todavía nos quedan ramalazos de aquel país cool que fuimos hasta ayer.

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No los confundan

domingo 30 de septiembre de 2012  

Entro en el hospital Gregorio Marañón a diario desde hace una semana. Es como entrar en una de aquellas ciudades cubiertas que aparecían en las series de ciencia ficción albergando la vida entera de un pueblo. Según van pasando los años, son más las plantas que he visitado, no como resultado de la mala suerte sino como consecuencia de la misma vida, en la que es casi imposible esquivar la enfermedad. En estos días de brutales cargas policiales y de inauditas declaraciones públicas, entre las que destacan la del ministro felicitando a la policía por su actuación y la de Ana Botella explicando con cara agria el dinero que les cuesta a los buenos madrileños que los malos se manifiesten, el Marañón encara cada jornada no ajeno a los recortes en sanidad. Los diferentes corchos que me voy encontrando en el camino a la planta en la que está mi padre dan cuenta de ello. Este espacio acotado es una metáfora total de lo que está sucediendo fuera.

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Hablamos de Más

domingo 23 de septiembre de 2012  

Y espero que se entienda el título del artículo, porque en los últimos tiempos leemos con tanto afán de reaccionar que imagino que no serán pocos los que, en un primer vistazo, piensen que voy a dedicarle un artículo al presidente de la Generalitat. Y no. Me refiero a que hablamos de más, en exceso, y me ronda la desagradable sensación de que España se ha convertido en un pesadillesco país de contertulios y que la tendencia nos está arrastrando a todos. Rey incluido.

Pero no sería justo afirmar que se trata de un problema exclusivo de España. Ya bastantes problemas con denominación de origen para añadir otro. Se puede decir que en USA el republicano Romney va a perder por hablar de más, por tratar de agradar a una audiencia que no había pensado que sería tan claro, y a nadie se le pasará por alto que el actor icónico de su campaña, Clint Eastwood, habrá puesto su granito de arena en la derrota con una gracieta a la que le sobraban casi todas las palabras. Raro en un hombre tan parco que por no hablar ni les da indicaciones a los actores.

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¡Volveré a la escuela!

domingo 16 de septiembre de 2012  

Querer entrar y no atreverme. Esos eran los sentimientos encontrados que tenía cuando, de paseo por el Prinsengracht de Ámsterdam, contemplaba la cola de turistas que se organiza a diario a las puertas del edificio donde Anna Frank y su familia se escondieron durante dos años. Querer entrar, pero temer que la exposición del sufrimiento fuera banal, que la puesta en escena frivolizara sobre una historia tan bien contada. Porque este deseo contenido tenía lugar en los mismos días en que leía Anna Frank. El diario de una joven, uno de esos libros que todos creemos haber leído en la juventud, pero del que a menudo solo tenemos noción de algunas páginas. Lecturas para las que ahora me doy cuenta de que no estaba humanamente preparada y que exigen una relectura que las sitúe en el lugar que merecen. Como lectora adolescente establecí una simpatía inmediata con la joven diarista que contaba su versión de una experiencia solo apta para adultos; la lectora madura que soy entiende la magnitud de la tragedia y eso multiplica el valor de lo que lee.

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Chaves Nogales, que estaba allí

domingo 9 de septiembre de 2012  

A fuerza de apelar a la palabra “memoria” casi hemos desterrado la otra más trabajosa, “historia”. La palabra “memoria” tiene mucho de sentimental, y está bien que así sea, está relacionada con el recuerdo azaroso de la mente humana, con lo que la memoria de cada uno astutamente clasifica en olvidos y recuerdos. También con el homenaje íntimo que rendimos a nuestros familiares, o en el tributo colectivo que dedicamos a los que dejaron algo memorable tras su marcha. No soy de las que abominan de lo sentimental. Al contrario. En España se suele confundir lo sentimental con el sentimentalismo y los creadores de ficción se esfuerzan en ser ásperos para que no se les tache de cursis. Pero puede ocurrir, como creo que de hecho ha ocurrido, que ese componente sentimental, tan de agradecer en los cuentos y en las películas, inunde como un tsunami la idea que se tiene de ciertos periodos históricos y que ya no importe lo que sucedió de verdad sino lo que cada uno de nosotros sienta y opine.

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Querida Tía Tula

miércoles 29 de agosto de 2012  

Hace poco volví a ver “La tía Tula”. La recordaba bien, siempre me había parecido una película memorable, pero esta última vez fui más consciente de todas aquellas cosas que me conmovían. Dejando a un lado la maravilla y la delicadeza con la que Picazo narró cinematográficamente su película, el personaje de la tía Tula nos evoca un tipo de mujer que estuvo muy presente en nuestras vidas. La tía Tula es aquella mujer soltera, que por circunstancias de la vida no encontró novio, o que lo tuvo y lo perdió, o que no quiso doblegarse ante hombres que no estaban a su altura, y que acababa entregando su existencia a los sobrinos, a los hijos de otros, sabiendo íntimamente que cuando aquellas criaturas fueran adultas no le corresponderían ni con la décima parte de la generosidad con que ellas los cuidaron y los quisieron. Todo el mundo tenía una tía Tula, todos hemos sido sobrinos de una tía soltera a la que podíamos pedir casi cualquier cosa, dinero, complicidad, mimos. Los niños mirábamos a nuestras tías Tulas con asombro, había cierto misterio en ellas, ¿por qué no se habrían casado como hacía todo el mundo? Las tías Tulas iban a misa más que nuestras madres y acababan juntándose con las abuelas en los rosarios, en las Hijas de María y otras “asociaciones” en las que las mujeres rezaban y también reían y a veces también decían algunas procacidades. Yo tuve mi tía Tula. Por eso veo siempre esta película con una emoción que casi me hace daño en el pecho desde los primeros minutos. Yo fui como una de esas dos criaturas que aparecen en el film de Picazo: me eché en sus brazos tantas veces, recibí tanto cariño de ella, tanto o más que el que me dieron mis padres. Tal vez a mi tía Tula también se le pasó por la cabeza casarse con mi padre. Quién sabe. Es muy doloroso pensar en una vida tan frustrante cómo era la de las mujeres en aquellos años. Aurora Bautista está magistral en ese papel tremendo y trágico de soltera reprimida, de tía amante de sus sobrinos, frustrada por no tener hijos propios, frustrada por no poder disfrutar sexualmente a pesar de estar en los años de su plenitud. Aurora Bautista da cuerpo, mirada, voz, a todas aquellas tías Tulas que eran solteras desde los veintipocos años, que vestían casi permanentemente de negro y que siempre tenían que estar pendientes del qué dirán. Aurora Bautista retrata a la perfección esa sonrisa de cariño pero también de decepción íntima con la que se despedía a las amigas que se van a casar. Aurora se pone en la piel de la mujer que se muerde los labios de rabia por no haber sido valiente y haberse entregado al hombre que deseaba y haber mandado a tomar viento los convencionalismos y las normas morales.
Y qué decir del director. Picazo supo contar la vida de aquellas mujeres, la España de aquellos años. Esta película es mejor ahora que cuando se estrenó. En ella está contenida toda la melancolía de esas almas femeninas, de esas tías que mantuvieron su piel blanca de no tomar jamás el sol, su frustrante pureza por no haber amado apasionadamente y su escondida rabia contra el mundo por no haberles dado más felicidad de la que merecían.
Adoro a la tía Tula. Y me hace sentir culpable también. Yo fui uno de los sobrinos de la tía Tula. Y de mayor no supe expresarle mi amor. Los sobrinos, ya se sabe, siempre son unos desagradecidos.

 

A esto le llaman Humanidad

domingo 29 de julio de 2012  

Los tiempos difíciles animan a la trascendencia, a la rotundidad. Los tiempos difíciles provocan artículos que nos quieren resumir el mundo: las 10 razones por las que hemos llegado hasta aquí; las 10 causas del hundimiento de la economía; las 10 medidas urgentes que se deberían tomar; los 10 fallos de la democracia española; las 10 mentiras que todos nos creímos; los diez motivos por los que el euro es inviable o los diez motivos por los que hay que salvar el euro. Por alguna razón, la contundencia tiende a casar sus argumentos con un número redondo, ese 10 que contiene la explicación del universo. Pero no. No me lo creo. La deriva de un país no es resumible. Menos ahora, con tan poca perspectiva. Solo las mentes conspirativas encuentran 10 razones en las que están incluidos el análisis y la solución. Pero suele ocurrir que los tiempos difíciles son el hábitat natural de dichas mentes dado que hay un público que desesperadamente desea que alguien les pase a limpio en 10 puntos aquello que no consigue entender.

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Fue un Espejismo

domingo 22 de julio de 2012  

Hace falta una buena dosis de historia reciente. De acuerdo, es preciso conocer la guerra, o la república, pero hemos despreciado tanto nuestra breve historia democrática, que lo que más se aprecia hoy es un profundo desconocimiento de lo que pasó ayer mismo. En los setenta, en los ochenta, en los noventa. Y eso es grave. Es una falta de memoria corrosiva. Hay, en estos días tristones, un batallón de oyentes y espectadores jóvenes de la radio televisión pública que se ha quedado atónito ante la manera en que el partido en el poder ha irrumpido en nuestra radio y nuestra tele y ha cortado cabezas sin contemplaciones. Son oyentes y telespectadores nuevos que la radiotelevisión pública ha ido seduciendo estos años hasta convertirlos en público fiel. Algunos huían de la zafiedad de las teles privadas; otros, del sectarismo político de medios autonómicos, otros del folclorismo local, y, necesitados de alguien que les contara algo parecido a la realidad, se habían refugiado en los telediarios públicos o en la calidez con que a diario les saludaban Toni, Lucas, Pepa…EL ARTICULO SIGUE AQUI >>

 

Lo Lorquiano

domingo 15 de julio de 2012  

Escribo de memoria: estaba Lorca en unos ensayos teatrales en Madrid cuando se presentó en el patio de butacas una señora con su hija. Decía la mujer que aquella niña recitaba al poeta con tal sentimiento que parecía poseída por el alma de Federico y que, fuera como fuera, Lorca la tenía que escuchar. Tan pesada se debió de poner esa madre que los presentes no tuvieron otra que dejar que la criatura saliera al escenario y recitara unos versos del granadino. Y contaron luego, aquellos que presenciaron la escena, que en la cara del poeta se fue transparentando el horror que sentía cada vez que alguien, niña recitadora o joven aflamencado, se apropiaba de sus versos para convertirlos en algo paródico que poco tenía que ver con la intención con la que él se entregaba a la poesía. Lorquianos hubo desde el principio de los tiempos. Con Lorca vivo y recitando. Y me atrevo a asegurar que el primer antilorquiano fue el propio poeta, porque mientras él sabía cómo contener su lenguaje poético para que no desbarrara, sus imitadores se engolfaban en él convirtiéndose en un eco populachero de su estilo. Lorca no se puede imitar. De la misma forma que no se podía imitar a Buñuel. Dalí, en cambio, acabó convirtiéndose en una parodia de sí mismo. Sobre esto teorizó con mucho tino Woody Allen, que hablaba de los artistas inimitables. Imposible, decía, tratar de parecerse a Thelonious Monk, por ejemplo, o a Buñuel. Son artistas únicos que provocan admiración, pero que no crean escuela. Con ellos se acaba el molde.

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© Elvira Lindo 2021