Lord, Que Estuvo Allí
James Lord era joven, guapo, homosexual, curioso, amable, dúctil, inteligente y perspicaz. También era una de esas personas que sientas a tu mesa y sabes que hará las delicias del comensal de al lado. Algunos han resumido estas cualidades en un solo defecto: de Lord se ha afirmado que era un cotilla. Y que no escribía bien. Y que fue un novelista frustrado. Lo de novelista frustrado es cierto, él mismo lo confesó. El resto, no. Sus crónicas, créanme, se devoran. Lo que está hoy a la vista de cualquiera es que sus memorias han pasado a la posteridad. Hoy no se puede escribir sobre las vidas de muchos de los grandes artistas o los vividores del siglo XX sin citarlo. Nos ha contado en detalle a Dora Maar, la cuarta mujer de Picasso, a Giacometti o a Balthus, pero por sus páginas cruzan a menudo con toda naturalidad un jovencísimo Lucian Freud, Buñuel, Dalí, Hemingway, Poulenc y tantos otros, porque en el París que va de los treinta a los sesenta estaba prácticamente todo el mundo, de paso o viviendo allí largas temporadas. EL ARTICULO SIGUE AQUI >>