ANDA Y QUE TE ONDULEN
Hay muchas maneras de hacer que una mujer se calle. Una es la directa, cállate. Está la muy habitual de no cederle la palabra. O cedérsela pero no escucharla. La más ruin de todas: ridiculizarla hasta conseguir que se amedrente. Hay ocasiones en las que para callar a una mujer se busca la complicidad del marido, “por favor, cállela usted”. Se diría que son prácticas anacrónicas, pero no. Basta con escuchar a Trump: “¿Cómo una mujer (Hillary Clinton) que no ha sabido satisfacer a su marido va a ser capaz de satisfacer a un país?”. O esa frase lapidaria del supercuñado de Rita Barberá: “Si me entero de que mi mujer ha pagado 1.000 euros al PP la corro a bofetadas”. En esta semana fantástica, alguien me enseñó el tuit de un conocido periodista que compadecía a mi marido que (como hombre de cierto músculo moral, decía el tipo) debía de estar asqueado con algunas de mis piezas periodísticas. Lo escribía de manera más grosera, a ustedes les evito la vergüenza de comprobar cuánta bilis cabe en 140 caracteres. Ay, pobres los maridos de las mujeres que se expresan libremente, lo que deben de sufrir. EL ARTÍCULO SIGUE AQUÍ ->>