Amor o codicia
De aquí a que la infanta Cristina haga el paseíllo, exterior o intrauterino, lo habremos dicho todo. Habremos dicho tanto y tan confuso que cuando esto acabe, los opinadores recordaremos que teníamos razón aunque no sepamos muy bien lo que habíamos defendido. Cuando el pastel se descubra y sepamos lo que va a ser de uno y lo que será de la otra, los hay que dirán: “no, si yo ya…”, o los que añadirán: “no, si ya yo…”. De aquí a que la Infanta se vea en ese trance que jamás ella imaginó para sí, la institución monárquica habrá estado en boca del pueblo soberano: en bares y mercados, en tertulias televisivas, que vienen a ser lo mismo; en taxis y en peluquerías, y en tertulias televisivas, que para el caso vienen a ser lo mismo. Así que antes de que este asunto llegue a cualquiera que sea su final, quiero dejar aquí mi particular visión de los hechos. Las cosas, por escrito.