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Un Cura de Novela

domingo 15 de enero de 2012  

No, no me fío de las encuestas. Menos aún de las que se hacen en España, donde mentir se considera un derecho bastante humano. Incluso cuando una señorita demoscópica llama a casa de un honrado ciudadano interrumpiéndole la siesta para que confiese qué programa está dormitando en esos momentos hay quien dirá que La 2, que queda más fino. Yo contesté cuando me tocó que Amar en tiempos revueltos. Con más orgullo aún desde que leí un estudio que sobre esta serie presentó la hispanista Jo Labanyi en New York University durante un congreso sobre las emociones en la cultura popular española. No puedo por más que recomendar la siesta con esta telenovela, en la que los personajes ríen, lloran, se enamoran o se acodan en la barra del Asturiano sin levantar la voz, algo que se agradece enormemente dada la hora crítica en la que se produce su emisión. Pero, para no faltar ahora a la verdad, confieso que cuando la señorita demoscópica me preguntó la edad, me quité tres años. ¿Por qué? No sabría responder. Algo se parece a cuando el médico del seguro le pregunta a mi padre cuántos paquetes se fuma al día y él le dice que dos, cuando en realidad son tres o casi cuatro.

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3 respuestas a: Un Cura de Novela

María Dice: domingo 15 de enero de 2012

No puedo más que estar de acuerdo en todo con este artículo. Por cierto, yo también leí de niña todos las novelas de «Los cinco» «Torres de Malory»..todas…

María Dice: lunes 16 de enero de 2012

Sí, me impactó lo de Martín Vígil. Cómo se pasa de vender muchos libros a desaparecer sin rastro. Me pareció triste.

Teresa G Dice: lunes 23 de enero de 2012

Somos muchos los seguidores de «Amar en tiempos…» pero no siempre puede decir una que ve la novela de la tarde. Las caras de estupor de los puristas que nos oyen son incómodas y terminamos dando explicaciones que no queremos dar. Empecé a ver la novela a esa hora tan rica en que una puede descansar, solita en casa, y echar al mismo tiempo una cabezadita, que es la hora de la siesta. Todo comenzó cuando empecé a ver peinados como los de mi madre y mis tías de hace muchos años, de cuando era una niña aún pequeña. Seguí fijándome en los muebles -a veces demasiado elegantes para aquellas porterías, para las casas de todos- y en cómo abordaban los problemas de cada día. Las vicisitudes de las familias, las historias de amor, los desamores, situaciones cotidianas de entonces que ya no se viven, me enlazaban con una época que para mí fue feliz. Me decía una amiga de la tertullia literaria que la ve también que ella no se fijaba como yo en los detalles anacrónicos -un coche de bebé de los años setenta y muchos, entre otros- y que la ve sin más pretensiones. Como yo. El olvido de Martín-Vigil me parece lamentable. Quienes tenemos una edad pasamos muchos ratos felices con la lectura de sus obras; fueron la antesala de nuestra gran afición por la lectura y también de la inquietud social, a veces algo aletargada. Una vez más, Elvira, t e felicito por tu artículo.

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