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Saritísima

domingo 13 de mayo de 2012  

Cuando la Montiel entra en el restaurante Pámpano, todos los clientes saben que una celebridad ha hecho acto de presencia. Una vieja gloria latina, quizá cubana, quizá mexicana, una mujer con una gran historia marcada en el rostro. Nueva York es el mejor hábitat para mujeres que, a pesar de sus ochenta y tantos, no renuncian a un acaracolado pelo rojizo ni a pintarse los ojos como si en cualquier momento fueran a cantar cuplés o lucir tantas joyas como dedos se tienen en las manos.

En un primer momento, cuando Javier Rioyo, director del Instituto Cervantes en esta ciudad, me cede amablemente la silla al lado de la artista, me impresiona su mirada perdida, aunque ella misma me ofrece una explicación: una operación en la mácula le ha dejado grandes dificultades de visión, tantas como para tener que escuchar textos en vez de leerlos. Idas y vueltas en la vida de una mujer que hasta los 21 años no supo leer y se aprendía los papeles escuchando los textos. Fue Miguel Mihura, su primer amor, quien comenzó a enseñarle las letras en una cartilla. Más tarde, un pedagógico León Felipe decidió terminar la faena en Puerto Rico: no soportaba que Antonia padeciera las limitaciones del analfabetismo.

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1 respuesta a:Saritísima

La mirada melancólica Dice: domingo 13 de mayo de 2012

Y pensar que hace unos días he seguido la exposición sobre don Severo en el Museo de las Ciencias de Valencia un punto avergonzado por mis debilidades humanas frente a su integridad formal…

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