Con Paco en el Recuerdo
Todavía sobrecogida por la noticia paso el día, lo pasamos, rumiando la pena de saber que cuando volvamos a España ya no podré llamarle, ni escucharé su voz teñida de reproche diciendo, “hija, me tenéis olvidado”, con el mismo tono con el que los tíos solteros hablan a unos sobrinos siempre olvidadizos. Pero no era cierto. Paquito Valladares sabía que era la primera persona a la que llamaba después de a mi santo padre.
Todavía sobrecogida por la sensación de que esta misma tarde será incinerado siento que una vez más me encuentro en otro sitio de donde desearía estar y me pongo a escribir esta despedida. Paco, Paquito, estará acompañado de cómicos, de viejos y de aspirantes, de todos esos amigos incontables que había sabido atesorar. A mi mente vuelven, a modo de homenaje íntimo, todas aquellas travesuras que hicimos en TVE, cuando trufábamos el programa de la Campos con pasillos cómicos; veinte años hace, cuando la tele era más inocente y en un programa de tarde estaba permitido perder el tiempo haciendo sketches o interpretando escenas de Tono, Mihura, Poncela y Alonso Millán, que Paco seleccionaba con mucho mimo. Lo suyo era el humor del absurdo, y en ese terreno congeniamos al instante. Recuerdo una frase de “Francisca Alegre y Olé” de Tono. El protagonista está a punto de suicidarse de un tiro en la cabeza y en esto entra Francisca y le dice: “Anda, tonto, trae la pistola y se la damos al primer pobre que pase”. Esos diálogos estaban hechos para él, porque todo lo que tenía de grandón lo tenía de ganso. Inglaterra hubiera sido un buen país para este actor elegante, de voz imponente y espíritu irónico. Pero como tantos grandes hubo de conformarse con esa España pobre en la que se crió.