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Montar un Melodrama

domingo 24 de abril de 2011  

Que la tarde del domingo tiene un nosequé tristón, ya se ha dicho; que llevamos impreso en la memoria el calendario escolar, ya está dicho; que sobre las seis de la tarde del domingo empieza a asaltarnos la antigua sensación de no haber hecho los deberes y haber imaginado que el fin de semana sería eterno, ya está dicho; que el efecto es demoledor si al hecho de ser domingo se le añade que es el último día de Semana Santa, ya está dicho. A eso se le puede sumar la sensación de acabamiento del mundo que da salir del cine y que sea de noche, que el taxista te torture con una retransmisión deportiva a un volumen irritante, que no encuentres un restaurante abierto, o que vayas a un bar de tapas y esté vacío y nadie te propine codazos para pelear un lugar en la barra. Todo muy triste. Esa es la razón por la que el domingo hay que tomar medidas terminantes que impidan que brote esa tonta melancolía infantil. Opino que es mejor recogerse pronto: pasear por una calle con los establecimientos cerrados y las aceras vacías es algo que sólo puede gustarle a aspirantes a escritores, de esos que todavía creen que hay que favorecer experiencias lánguidas para escribir libros lánguidos en los que se aborde la incomunicación de nuestro tiempo.

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4 respuestas a: Montar un Melodrama

Laura Dice: domingo 24 de abril de 2011

Creo que me estoy riendo por sadismo. No he hecho los deberes y sin embargo, lejos de agobiarme con este artículo recordatorio, me siento reconfortada. Quizás sea por esa curiosidad estúpida que apremia cuando tenemos asuntos pendientes, que hace que se nos ocurran cosas más interesantes que hacer como buscar el blog de Elvira Lindo por Internet y olvidarse por unos minutos de que el tiempo sigue pasando. Ver la serie del domingo por la noche es un premio para las niñas que hayan acabado sus quehaceres, pero al menos no me iré a la cama sin haber cenado algo provechoso.

Francisco Dice: lunes 25 de abril de 2011

¡El síndrome del domingo! Has captado los sentimientos exactos que me demuestran que no soy el único en la tierra que sufre semejante tortura dominguera. El antídoto me encanta. Lo probaré. Seguro que a mí también se me escapará un «ay» antes de cerrar los ojos. Gracias.

Rosée Dice: martes 26 de abril de 2011

Gracias Elvira. A mí también se me ha escapado un ¡ay! al acabar de leer tu artículo. Y que sepas que a mí me sirve de bálsamo, unos minutos antes de comienzar mi semana laboral cada lunes, abrir esta extraordinaria página para después continuar con el trabajo de cada día…

M.ª Carmen Dice: martes 26 de abril de 2011

Qué buen artículo, como nos tienes acostumbrados, desde el principio hasta el final. Por lo general pones por escrito, y muy bien, pensamientos y sensaciones que tengo y experimento, por eso tal vez conecto tan bien con tus escritos. Hoy, doblemente, con el antidoto contra los soporíferos domingos, y porque te guste el clásico «Mildred Pierce», que vi por primera vez, en Telemadrid (lo único bueno de su programación, «Cine en blanco y negro»), con el enrevesado titulo de «Alma en suplicio»; me recordó algo, bastante, al tema principal de «Los ojos amarillos de los cocodrilos», que logré terminar a duras penas; escribí a la autora, y la propia Pancol me lo confirmó, sin querer, o tal vez queriendo, que la novela de J.M.Cain la leyó de joven y que le gustó muchísimo, añadiendo que un personaje se construye como un pastel de mil-hojas, con muchas capas o influencias. vaya rollo te he soltado. Gracias, si me lees, y si no, también.

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