Se tienen ganas
Hay una necesidad imperiosa de hablar y de ser escuchado. Pero también de gritar, de insultar, de despreciar, de maldecir, de vengarse, de discutir, de liarse a empujones, de tomar a ciertos individuos por las solapas y zarandearlos. Hay ganas de insultar, de manifestarse, de ir a la puerta de los juzgados a vocear contra un acusado o contra una juez. Hay urgencia por abuchear a personajes públicos. Hay un deseo de que algo se construya, de sentir que algo nos sosiegue el ánimo, pero también hay ansias de destrucción que se tornan indiscriminadas, un deseo mórbido de que se acabe “esto” de una puta vez, aunque no sepamos muy bien qué es esto de lo que estamos hablando. Hay ganas de escuchar, sí, pero muchas menos que de soltar el mitin. Hay ganas de acudir a una conferencia que trate de lo que nos está pasando para que el conferenciante nos dé la razón y resarcirnos luego en el turno de palabra para poner los puntos sobre las íes. EL ARTICULO SIGUE AQUI >>