Libros en la Basura
¿Quién se atreve a decir que sigue la moda o las modas? Casi nadie. Aceptarlo sería como afirmar que uno es un borrego. Y, sin embargo, somos borregos en menor o mayor medida. De la fashion victim a la chica que se compra una blusa mona hay un trecho, claro, como lo hay entre el tío al que no le falta detalle y el que, aun pareciendo que no se entera de nada, no se compra ya unos pantalones hasta la cintura que le marcan de manera indigna el célebre paquete. Basta mirar las fotos de hace veinte años para comprobar que, aunque no lo supiéramos, respondemos al alma de nuestra época. Lo mismo ocurre con la literatura. A los escritores se nos quiere de la misma manera que se nos condena al olvido. Algo tienen que ver en eso los anhelos colectivos de los lectores que algunos escritores intuyen y las editoriales potencian. Hay lectores inocentes que te confiesan que les interesa la novela histórica, como si fuera una decisión personal, cuando la noticia en estos días es que a un lector no le interese la novela histórica. Los hay que detestan las modas populares pero profesan la religión de las tendencias minoritarias. Y, por supuesto, luego está la sorpresa.
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