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La Sordera Nacional

domingo 6 de enero de 2013  

Para decirle la dirección al taxista tengo que levantar la voz porque tenemos la música por barrera. No una barrera infranqueable: sería sencillo que él cayera en la cuenta de que con bajar el volumen nuestra comunicación sería fluida. Pero no. Como no me oye bien, me pide que repita, yo chillo y a correr. Por el camino, me voy irritando en progresión geométrica según se suceden las canciones. Son esas canciones pop “de ayer, de hoy y de siempre” que algunas cadenas de radio han machacado hasta convertirlas en un chicle pegado en la acera. Recuerdo que la radio pública americana emitió el año pasado un programa dedicado a aquellas buenas canciones que a fuerza de sonar en emisoras de standars, en supermercados o en diners habían acabado por ser detestadas por sus propios fans. Una de ellas es Hotel California. Hotel California es la que está sonando cuando, armada de valor, le pido que, por favor, baje el volumen. Siento que tengo que hacer acopio de valor para pedírselo porque la contaminación acústica en España es sagrada. Es un derecho indiscutible incluido en esa especie de Constitución tácita que cada español trae bajo el brazo cuando nace y que le permite provocar ruido a su antojo.

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