La Pantoja y Su Público
El pueblo llano, libre como siempre de toda culpa, acudió a las dependencias judiciales a gritar choriza a la misma tonadillera a la que gritó guapa el día en que enterraron a Paquirri. De pronto volví a ver a aquella otra Pantoja, a punto también de desvanecerse, con las obligadas gafas de sol de las folclóricas, dándole el último adiós al torero. La gente que compartía su dolor parecía la misma que esta semana la increpaba. De ahí me vinieron a la mente los días en que se destapó su romance con Julián Muñoz, el entonces alcalde de Marbella. Paseaban su amor en el Rocío, ese peregrinaje en el que las famosas fuman vestidas de flamencas y se lavan los pies con coca-cola. De aquella romería, la parte de mi cerebro que almacena el detritus guarda la imagen de Muñoz meando de espaldas a una carreta. Dirán ustedes que he consumido mucha basura. Juro que no, que simplemente he vivido en España. Vivir es ver: cuando no es en la tele, es en la peluquería; cuando no, en los mismos periódicos. Quien no ha visto lo que cuento es porque habita en la pureza. Enhorabuena. EL ARTICULO SIGUE AQUI >>