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Cambiar de Acera

domingo 5 de febrero de 2012  

Muchos años después, o tal vez no tantos, unos 10, los de esa década en que tantos secretos comenzaron a revelarse, volviendo a casa una noche a través del corazón de Chueca, me lo encontré. Lo que en tiempos fuera panículo adiposo parecía querer transformarse, sin éxito total, en músculo; el pelo ralo había sido recortado; la barba de barrio, frondosa y descuidada, había desaparecido; dos patillas de jovenzuelo le enmarcaban la cara y había cambiado las gafas metálicas por unas de concha. Parecía otro, pero detrás del hombre customizado por las modas seguías encontrándote la sonrisa acogedora de padre de familia, del buen hombre concienciado y batallador que yo había conocido 10 años antes, en mi barrio. Nos besamos y él entonces llamó a un muchacho. No para presentármelo, sino para que se retirara del centro de la calle donde quedaban los últimos valientes de una manifestación. La policía iba a cargar y era mejor retirarse. Yo le dije aquello que nunca se debe decir: «qué guapo tu hijo», o sea, aquel niño que yo recordaba, una de esas criaturas que los padres llevaban a hombros en las manifestaciones de otro tiempo. El muchacho se acercó, modernete, sin haber alcanzado aún la categoría de hombre, y cuando ya no quedó más remedio que encarar las presentaciones, el viejo camarada dijo: «es mi pareja». Menos mal que yo ya tenía mundo suficiente como para no meterme en el embarazoso jardín de pedir disculpas y pasamos a hablar de esos hijos reales que eran mayores que el muchachillo. Yo dije: «cómo pasa el tiempo», que es una frase que no sirve para nada salvo para evitar pronunciar otra más desafortunada.

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1 respuesta a:Cambiar de Acera

José Manuel Dice: lunes 6 de febrero de 2012

Hola Elvira:
Como seguidor tuyo que soy no tengo más remedio que escribirte unas líneas para discrepar con algunos punto de tu artículo (discrepar con escritores que no te gustan, no tiene ninguna gracia).

Las declaraciones de Cynthia Nixon son muy importantes políticamente en EEUU, un país en el que la derecha está obsesionada con el tema y que no hace más que decir que la homosexualidad es una opción (y si es así, por lo tanto se puede «reconducir»), como tú también apuntas. Cynthia tenía que haber tenido que tener un poco más de ojo, porque lo que ella quería decir (y así lo ha declarado posteriormente) es que es bisexual, y en su vida ha preferido decantarse por la opción homosexual, después de haber probado las relaciones con los dos sexos. De los bisexuales nos olvidamos mucho al hablar de sexualidad. Ellos no cambian de acera, como titulas tu artículo, sino que pueden andar indiferentemente por las dos, algo que muchos otros no pueden. Y hay que dejarlo claro. No todos somos ambidiestros, y te recuerdo que hasta no hace mucho a los zurdos se les forzaba a ser diestros, y se pretende hacer lo mismo con la sexualidad. ¡Las palabras son muy importantes, qué te voy a decir a ti que trabajas con ellas!

Tampoco entiendo que te sorprenda que haya homosexuales que se escandalicen de que que algunos sean de derechas. Más que nada porque la mayoría de los partidos de derechas son homófobos y no sólo hacen lo posible para obstaculizar los derechos de los gays, sino que no les importa el sufrimiento que su actitud causa en el colectivo. Yo pienso igual, y tampoco entiendo que las mujeres sean seguidoras de religiones que las marginen, sean las principales impulsoras de las mutilaciones sexuales a sus hijas, etc… Ni que los obreros sean de derechas, ni los negros racistas, etc… Bueno, sí que lo comprendo por el ansia de ser igual a la mayoría, pero me parece muy triste.

Hay que conseguir que la homofobia esté igual de mal vista en la derecha. La izquierda lo ha conseguido (no olvidemos que hasta hace tres días eran tan homófobos como el que más, y en muchos países lo siguen siendo).

Un besote y a seguir escribiendo tus estupendos artículos.

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