Un Frío de Muerte
La otra noche, sin pensarlo demasiado, salí de un restaurante con ánimo de volverme a casa y me acabé dejando llevar del brazo de un amigo embaucador hasta la puerta del Congreso de los Diputados. En estos casos, uno siempre se acaba alegrando de haber vencido la pereza. El tiempo no acompañaba, el frío fulminó los animosos efectos del vino. Una hilera silenciosa de ciudadanos de toda índole guardaba turno para decir adiós a un presidente con el que los periódicos habían acabado 48 horas antes, haciéndose eco del extraño titular que les regaló el hijo del ilustre moribundo; yo me preguntaba a qué impulso responde el estar a la intemperie a la una de la madrugada esperando para decir adiós a alguien que ya no puede oírte. EL ARTÍCULO SIGUE AQUÍ >>