Algo Impopular
En ciertas ocasiones pienso una cosa y la contraria. Y ustedes tienen la culpa. Escribo un artículo exponiendo una idea con una firmeza que hasta a mí me deja asombrada, al día siguiente recibo una carta rebatiendo mi tesis y de pronto veo cómo mi argumento flaquea en matices. No debería decirlo, porque las personas respetables son las que consideran que ceder es rendirse. No debo de ser muy respetable. Pasa que el otro día escribo una columnilla sobre cómo los alemanes celebran la política de castigo económico de Merkel, y una lectora me escribe desde Alemania diciéndome que no todos los alemanes disfrutan penalizando a los del sur y que no toda la responsabilidad sobre lo que ocurre en España es externa. La carta de un lector que te reprende molesta como un pellizco de monja, pero como hace tiempo aprendí a perder una discusión, escribí a esta española que vive en Múnich diciéndole: de acuerdo, tiene usted razón en parte, no todos los alemanes son como Merkel, desgraciadamente sí los que la llevan al poder; de acuerdo, tampoco Alemania es responsable de la burbuja inmobiliaria, sí del crédito fácil que prestó a España para que ellos pudieran reconstruirse como nación. Solamente hubo algo en lo que me mostré radicalmente en contra: la lectora afirmaba que en estos momentos es más in atribuir toda la responsabilidad de la situación a elementos externos que reflexionar sobre aquello que se hizo mal. Y ahí sí que no. Estoy tan acostumbrada a llevarme más de un palo por ser poco in entre los que son de mi cuerda que considero injusta esa apreciación. Es cierto que lo más popular en estos momentos es afirmar que la clase política y empresarial que protagonizó la corrupción nada tenía que ver con nosotros, que todos ellos llegaron a España en un platillo volante y con sus poderes diabólicos anularon nuestra voluntad. Y que lo único que haría falta para acabar con esta invasión de sinvergonzonería y mediocridad sería encontrar el platillo para mandarlos de vuelta a su planeta. EL ARTICULO SIGUE AQUI >>