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De la necesidad, Virtud

domingo 3 de junio de 2012  

De todo parece que hace un siglo. Uno de los extraordinarios dibujantes de la revista The New Yorker resumía el anacronismo en el que estamos sumidos: un náufrago melancólico en una pequeña isla desierta rodeado de objetos obsoletos o a punto de serlo: un buzón, una cabina, una librería, un teléfono fijo, una máquina de escribir, una tele sin mando a distancia, un tocadiscos… No se sabe si el náufrago está en la isla por el hundimiento de su barco o por decisión propia, por su deseo de permanecer en un ayer más comprensible. De todo parece que hace un siglo, pero no. Se pasa una actualizando el disco duro a diario. Tal vez sea bueno para renovar las neuronas, que solo se estancan con el sedentarismo y la falta de estímulo mental, pero, francamente, no sé si tanto sobresalto es aconsejable para el corazón. Casi desearía una la felicidad de los tontos, o esa otra felicidad envidiable de aquellos que, en los malos tiempos, deciden dedicarse a cultivar su pequeño jardín. Pero lo más común es que nos resulte difícil abstraernos de lo que a diario escupe la actualidad. En lo que al mundo de la cultura se refiere, creo que alguna mente preclara debería montar un curso para que los escritores nos ajustemos a los nuevos tiempos.

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2 respuestas a: De la necesidad, Virtud

antonio Dice: domingo 3 de junio de 2012

¿te has fijado que nadie habla de mi? se habla de estado, de Europa, de crisis, de mercados, hasta de periodistas; pero nadie habla de mi. En una empresa yo sería el jefe, ya que lo pago todo. Aquí incluso me permiten elegir y me dejan pagarlo todo; pero en cuanto elijo, ya no hablan de mi. ¿no les gustaré?

Matilde Dice: domingo 3 de junio de 2012

Querida Elvira, quería decirte que la gran mayoría de los científicos de este país estamos ya adaptado a las actuales circunstancias de austeridad. Nos hemos pasado años y décadas dando conferencias de divulgación en los más diversos foros totalmente gratis; los más generosos eran los profesores de secundaria que nos obsequiaban con un libro o una caja de bombones, que agradecíamos mucho porque sabíamos que su coste salía de ss bolsillos personales.
El caso más escandaloso fue cuando, aprovechando que estábamos en la ciudad para la celebración de un Congreso, nos invitaron en un Instituto Cervantes a dar una conferencia a mí y al Presidente de una prestigiosa sociedad científica española. Nos dijeron que no nos pagarían, cosa que aceptamos y pensamos que a cambio serían unos excelentes anfitriones en una ciudad que no conocíamos; nos encontramos que nos tuvimos que pagar hasta la cena post-charla. Reflexionando luego pensamos que seguro que a un escritor novel de reciente aparición en el panorama literario lo tratarían mejor que a nosotros. Decepcionante, porque reflejaba el trato a la ciencia en el país.
Parece que no se nos incluye en el grupo de intelectales… Esos tan bién tratados…
Un abrazo y otro a Antonio
En cuanto a científicos estrella, no olvides que alguna gente que escride sobre ciencia, no son científicos

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