De la necesidad, Virtud
De todo parece que hace un siglo. Uno de los extraordinarios dibujantes de la revista The New Yorker resumía el anacronismo en el que estamos sumidos: un náufrago melancólico en una pequeña isla desierta rodeado de objetos obsoletos o a punto de serlo: un buzón, una cabina, una librería, un teléfono fijo, una máquina de escribir, una tele sin mando a distancia, un tocadiscos… No se sabe si el náufrago está en la isla por el hundimiento de su barco o por decisión propia, por su deseo de permanecer en un ayer más comprensible. De todo parece que hace un siglo, pero no. Se pasa una actualizando el disco duro a diario. Tal vez sea bueno para renovar las neuronas, que solo se estancan con el sedentarismo y la falta de estímulo mental, pero, francamente, no sé si tanto sobresalto es aconsejable para el corazón. Casi desearía una la felicidad de los tontos, o esa otra felicidad envidiable de aquellos que, en los malos tiempos, deciden dedicarse a cultivar su pequeño jardín. Pero lo más común es que nos resulte difícil abstraernos de lo que a diario escupe la actualidad. En lo que al mundo de la cultura se refiere, creo que alguna mente preclara debería montar un curso para que los escritores nos ajustemos a los nuevos tiempos.