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Todos Debemos Hacerlo Mejor

domingo 26 de febrero de 2012  

No sé si lo he contado, pero si lo he contado, ruego que ustedes me perdonen. De cualquier manera, se pasa una la vida escuchando y leyendo a individuos que exprimen el mismo anecdotario sin piedad hacia los oyentes, así que si alguna vez me repito, piensen que eso me hace, si cabe, más humana. Al asunto: tenía yo un amigo hace ya demasiados años que era un americano algo simplón. No quiero decir que todos los americanos sean simplones, digo que este en particular lo era. A mí me divertía. Tomarme una cerveza con él era como departir con Forrest Gump. Es fácil entender por qué me resultaba fascinante. Un día, mi amigo Forrest y yo hablábamos de la crisis del cine español. Hace de esto un número indignante de años, pero ya el cine español estaba en crisis. Teníamos, como ven, conversaciones de altura. Recuerdo una mañana en que me dijo que los españoles no entendían cómo él podía votar a Bush y estar en contra de la guerra de Irak. Aun estando acostumbrada a un nivel alto de barbaridades, esta afirmación me dejó noqueada el resto del día. Planeaba el hombre asistir a la manifestación contra la guerra, y como yo sabía de su insensata inocencia, le dije: “Durante la manifestación, no hables con extraños sobre Bush. Por tu seguridad”.

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Dos enamorados

domingo 19 de febrero de 2012  

Había parejas que se besaban en los labios y había parejas que ni tan siquiera se miraban a los ojos, achispados todos, disfrutando unos de su conquista y rumiando otros el fracaso de la cita. Noche de san Valentín. En el andén del metro. De ese metro en el que a poco que uno deje la mirada fija en los raíles aprecia el movimiento de una rata que se camufla entre las viejas venas de hierro. Una invasión de roedores que ha aumentado en los últimos meses, hasta el punto de que el Ayuntamiento está planteándose prohibir que se coma en el metro. Los pasajeros tiran restos de comida a las vías, como el que echa pan a los patos. El sindicato de trabajadores del metro convocó un concurso para ver quién conseguía la imagen más impactante de la presencia de los malditos roedores y el ganador fue un tío que captó en vídeo cómo una rata recorría el cuerpo de un pasajero dormido hasta llegar a olisquearle la cara. El concurso ha presionado a Bloomberg para que añada una cuadrilla más de desratizadores a los ya existentes. Pero, como decía, eso no disuade a nadie de viajar en este medio viejo y cochambroso, pero también útil y rápido, y en esa noche de san Valentín, la del pasado martes, los andenes estaban plagados de parejillas cuyos rostros delataban si habría o no habría polvo, si la energía y el dinero invertidos tendrían su recompensa. Yo me entretenía aventurando el futuro inmediato de cada par. Estos sí, estos no. No era difícil, la cara siempre delata la esperanza de un encuentro sexual.

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La Becaria de Turno

domingo 12 de febrero de 2012  

DON DE GENTES: LA BECARIA DE TURNO: Antes de que Obama fuera un presidente con el liderazgo en entredicho, quiero decir, cuando Obama estaba en la cima de su popularidad, quiero decir, al principio de su victoria, qui-cir, cuando ni tan siquiera le habían dado aquel insólito Nobel de la Paz, nos reunimos en el Círculo de Bellas Artes de Madrid unos cuantos expertos y yo, que no soy experta ni falta que me hace, porque hay ocasiones en que cuando ellos van, yo vuelvo. Compartíamos mesa cuatro grandes hombres, Fernando Vallespín (politólogo), Carlos Westendorp (exembajador en Washington), un asesor demócrata del equipo obamesco del que no recuerdo el nombre, y yo, que como he oído cienes y cienes de veces, no necesito presentación. Ah, y López Aguilar, que se picó cuando apunté que Obama manejaba como nadie el arte de la oratoria, y añadió que en realidad usaba el autocue. Yo le dije, vale, pero otros no saben hablar ni con el autocue. No es el caso de Aguilar, que tiene capacidad para pronunciar discursos de longitud castrista. Al americano, sin embargo, le hizo mucha gracia mi teoría de que una de las medidas más astutas de Obama había sido contar con Hillary, pero nombrándola secretaria de Exteriores, a fin de tenerla lejos. Quiero decir que lo pasamos bien y que el público celebró las bromas y los descaros, algo que se echa en falta en estos días en que nadie está para bromas.

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Cambiar de Acera

domingo 5 de febrero de 2012  

Muchos años después, o tal vez no tantos, unos 10, los de esa década en que tantos secretos comenzaron a revelarse, volviendo a casa una noche a través del corazón de Chueca, me lo encontré. Lo que en tiempos fuera panículo adiposo parecía querer transformarse, sin éxito total, en músculo; el pelo ralo había sido recortado; la barba de barrio, frondosa y descuidada, había desaparecido; dos patillas de jovenzuelo le enmarcaban la cara y había cambiado las gafas metálicas por unas de concha. Parecía otro, pero detrás del hombre customizado por las modas seguías encontrándote la sonrisa acogedora de padre de familia, del buen hombre concienciado y batallador que yo había conocido 10 años antes, en mi barrio. Nos besamos y él entonces llamó a un muchacho. No para presentármelo, sino para que se retirara del centro de la calle donde quedaban los últimos valientes de una manifestación. La policía iba a cargar y era mejor retirarse. Yo le dije aquello que nunca se debe decir: «qué guapo tu hijo», o sea, aquel niño que yo recordaba, una de esas criaturas que los padres llevaban a hombros en las manifestaciones de otro tiempo. El muchacho se acercó, modernete, sin haber alcanzado aún la categoría de hombre, y cuando ya no quedó más remedio que encarar las presentaciones, el viejo camarada dijo: «es mi pareja». Menos mal que yo ya tenía mundo suficiente como para no meterme en el embarazoso jardín de pedir disculpas y pasamos a hablar de esos hijos reales que eran mayores que el muchachillo. Yo dije: «cómo pasa el tiempo», que es una frase que no sirve para nada salvo para evitar pronunciar otra más desafortunada.

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Lo Que No Queremos Ver

domingo 29 de enero de 2012  

Dickens vive. De la misma forma que sobrevive Charles, el niño de 12 años que entró a trabajar en una fábrica de betún en 1824 mientras su padre cumplía condena en la cárcel por no poder hacer frente a sus deudas. Sobrevivió esa desdichada criatura en muchas de las novelas con las que el escritor se convirtió en uno de los primeros fenómenos populares de la literatura. El escritor la tuvo presente en Oliver Twist, en Cuento de Navidad, en Casa desolada, en David Copperfield. Toda la obra de este grande del que se cumple dentro de unos días el bicentenario está impregnada del sentimiento de humillación que padeció de niño, cuando despojado de la protección paterna, se vio trabajando de sol a sol en una fábrica infestada de ratas: «Rememoro con tristeza aquella época de mi vida, y muchas veces me olvido de que tengo una mujer y unos hijos, incluso de que soy un hombre». Su niñez explica un sentido de la justicia tan imperioso que estoy convencida de que influía en la resolución de sus argumentos: tras someter a los personajes a múltiples penurias, siempre hay alguien, un tercero, que restablece la verdad y devuelve al miserable la buena vida que le fue arrebatada. Tal vez eso explique la cabezonería con la que peleó en Estados Unidos unos derechos de autor que le habían sido negados por el mero hecho de no ser americano.

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Mario, he soñado contigo

domingo 22 de enero de 2012  

Que por «julio» era, por «julio», cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor, etcétera, etcétera. Resultó que en fecha tan rara fuimos convocados al estreno de la ópera San Francisco de Asís, en un lugar no menos raro, uno de esos teatros ubicados a tomar vientos que lo mismo sirven para jugar al baloncesto que para interpretar una obra de Olivier Messiaen, aunque, a mi humilde entender, sirven más para los juegos de pelota. Pero no sigo por el tema operístico que hay un señor en Murcia, extremadamente serio, que tras mi última crónica de Elektra dice que hablo sin saber. Y no seré yo quien le quite a señor tan conspicuo la razón. El caso es que las criaturas entramos en el teatro casi arrastrándonos por el calor: el maquillaje churreteando los rostros las señoras; la corbata desencajada los señores. Y fue llegar a nuestra fila de aquellas gradas ideales para los juegos de pelota cuando nos encontramos al flamante Nobel Vargas Llosa, y fue el hombre tan agradable como suele. Abrió la boca para sonreír y nos enseñó esa tremenda dentadura de cantante de tango que le robó en su día a Juan Carlos Onetti (según versión del propio escritor uruguayo). Nos confesó lo cansado que se encontraba. Y entonces mi actual compañero sentimental, a la sazón, Muñoz Molina, le dijo: «Mario, he soñado contigo esta noche». Contó entonces el andaluz que en dicho sueño le decía al peruano: «Un día te veo en Francia, otro en Italia, otro en Japón y al siguiente bajando de una barcaza en Doñana para asistir al Rocío, y me preocupo, claro, porque pienso, ¿cuándo tiene tiempo este hombre para escribir?». Y dijo Antonio que en el sueño el Nobel respondía: «Nunca, ya no puedo escribir nunca».

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Un Cura de Novela

domingo 15 de enero de 2012  

No, no me fío de las encuestas. Menos aún de las que se hacen en España, donde mentir se considera un derecho bastante humano. Incluso cuando una señorita demoscópica llama a casa de un honrado ciudadano interrumpiéndole la siesta para que confiese qué programa está dormitando en esos momentos hay quien dirá que La 2, que queda más fino. Yo contesté cuando me tocó que Amar en tiempos revueltos. Con más orgullo aún desde que leí un estudio que sobre esta serie presentó la hispanista Jo Labanyi en New York University durante un congreso sobre las emociones en la cultura popular española. No puedo por más que recomendar la siesta con esta telenovela, en la que los personajes ríen, lloran, se enamoran o se acodan en la barra del Asturiano sin levantar la voz, algo que se agradece enormemente dada la hora crítica en la que se produce su emisión. Pero, para no faltar ahora a la verdad, confieso que cuando la señorita demoscópica me preguntó la edad, me quité tres años. ¿Por qué? No sabría responder. Algo se parece a cuando el médico del seguro le pregunta a mi padre cuántos paquetes se fuma al día y él le dice que dos, cuando en realidad son tres o casi cuatro.

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Los Niños Son Monárquicos

domingo 8 de enero de 2012  

Hoy es jueves. Es decir, en el momento en el que junto estas letrillas para que les lleguen a ustedes el domingo. Jueves, víspera de Reyes. Como el cuerpo responde a los estímulos que aprendió en la infancia, esta tarde oscura de invierno, a pocos minutos de que el chiquillerío se apodere del centro de las ciudades para ver a tres monarcas a los que nadie pide cuentas, monarcas que (afortunados ellos) no tienen yernos, y cuya monarquía no se resiente cuando, con el crecimiento, se acaba la fe de sus súbditos, dado que, de inmediato, hay otro batallón de criaturas dispuesto a rendirles pleitesía, yo, digo, la que junta letrillas una víspera de Reyes, tengo el cuerpo inquieto y el alma ilusionada. No tanto como para poner zapatos en la ventana, pero puedo asegurar que como mañana me levante y no haya un paquetito con un lazo (a mi edad, cuanto más pequeño el paquete, mejor) me sentiré desolada.

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Letizia después de Urdangarin

domingo 1 de enero de 2012  

El día 1 de noviembre de 2003, la Casa del Rey anunciaba por sorpresa el compromiso del príncipe Felipe con la periodista Letizia Ortiz. A mediados de diciembre del mismo año, este periódico decidía quiénes serían los dos personajes del año: Sadam Husein y la futura princesa. Sadam pasó a la historia y a la posteridad de manera violenta; Letizia pasará a la historia, si el sistema de nuestro país no se resquebraja, como reina de España. El periódico encargó para su especial fin de año a quien esto escribe una semblanza sobre la prometida del Príncipe. La tarea no resultaba sencilla: el entramado protocolario de La Zarzuela había blindado la relación de Letizia Ortiz con la prensa. Imposible de cualquier manera acceder a la futura princesa que, desde el anuncio de su compromiso, había abandonado su piso del barrio de Valdebernardo y estaba ya viviendo en el palacio. Por otra parte, era sin duda estimulante ponerse a la tarea de reconstruir la vida de esta joven profesional a la que los monárquicos tradicionalistas habían descrito desde un primer momento como la mujer menos adecuada para acompañar al Príncipe en un proyecto sentimental que, por su rara naturaleza, nunca puede excluir los compromisos de Estado.

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Urdangarin por Entregas

domingo 18 de diciembre de 2011  

Si lo sabía yo, es que lo sabía todo el mundo. Ahora me doy cuenta de que ha sido un comentario recurrente desde hace por lo menos cinco años, pero mi memoria ha perdido las caras de quienes lo soltaban en una cena o en los corrillos finales de algún acto. Recuerdo, sí, que jamás quise dar demasiado crédito al chisme, por estar ya escaldada de la España maledicente que no para de inventar romances lésbicos, enfermedades que han de desembocar en la muerte, que se relame sacando a políticos del armario, metiendo a un ministro en la cama de un torero y a una presentadora deportiva en la cama de una ministra. Así que tengo por costumbre no creerme nada hasta que lo cuenta la prensa, eso sí, cuando la cosa ha dejado de ser secreto de sumario (tampoco me gusta que me desvelen secretos de sumario). Pero es lógico que, en estos días, entregada como estoy a esta novela por entregas que están siendo las aventuras empresariales de Urdangarin, vuelvan de pronto a mi memoria todos aquellos momentos en que escuché que más que trasladarse a Washington, al duque lo habían trasladado.

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