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La Madre

miércoles 11 de mayo de 2011  

Las diferencias culturales a veces están tan a la vista que no somos capaces de reparar en ellas. Hace dos domingos, el colorín de The New York Times traía en portada la foto de una joven arrodillada en la hierba, que tomaba por la cintura a un niño negro de unos tres añitos vestido de pirata: parche en el ojo, pendiente de aro, calavera en el sombrero y el bigote de los malhechores. La joven podría haber pasado por una adolescente, pero no, era Ann Dunham, la madre de aquel niño, Barry, Barack Obama.

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El Plural

miércoles 4 de mayo de 2011  

Un ciudadano escucha en las noticias que un cuerpo especializado del Ejército americano ha acabado con la vida del terrorista más buscado del mundo y se siente impelido a salir a la calle, a Times Square, a la Casa Blanca o a la Zona Cero y convierte esa noticia en un espectáculo. Ese individuo usa el plural al dirigirse a una cámara y decir, «lo hemos vencido, al fin hemos acabado con él, ese día tenía que llegar, lo hemos derrotado». Es ese plural el que ofende a las personas serenas, que no entienden la muerte, sea de quien sea, como celebración

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Kate Sobreviriá

viernes 29 de abril de 2011  

Si las comparaciones son odiosas, en el caso de esta pareja, Kate y William, la recurrente vista atrás de todos los comentaristas hacia la boda de Lady Di y Carlos de Inglaterra les ha beneficiado de manera prodigiosa. Lo que se alabó en aquel enlace, la candidez de la novia, su permanente azoramiento, su candorosa juventud, es precisamente lo contrario de lo que se destaca de esta joven licenciada en Historia del Arte, a la que no cabe imaginar en su noche de bodas descubriendo que el novio luce unos gemelos con las iniciales de otra mujer. No. Los tiempos han cambiado. No sólo porque la familia real británica no supo estar a la altura de la propia tradición que tan celosamente defendía sino porque son observados por un público menos incondicional. Los hijos de la Reina Isabel superan la media de divorciados del pueblo británico y es imposible que de la memoria de la gente se borren con facilidad los problemas psicológicos de Diana derivados por un gran engaño, la incomunicación evidente de la pareja y la publicación de embarazosas conversaciones clandestinas del príncipe de Gales con quien luego sería su mujer, Camila. Imposible olvidar la manera torpe en que la reina gestionaría la santificación de Lady Di tras su muerte, esa fiebre algo histérica que despertó aquella que dijo querer convertirse en reina de corazones y que sabía manipular, nunca sabremos con qué porcentaje de premeditación o rencor, el complejo sentir popular.

Los tiempos de Lady Di pasaron. Ya nadie espera que una novia sea una virgen cándida en manos de un pigmalión distraído, con la cabeza en la cama de una mujer madura. El mejor homenaje que puede hacerse a aquella joven esposa que se convirtió, a fuerza de desengaños, en una mujer compleja, está en manos de su primogénito William, que está mostrando, con su actitud, los beneficios que una madre cariñosa aporta al equilibrio psicológico de un hijo que tendrá que enfrentarse a una vida llena de códigos y rigideces.

Y en esto hizo su aparición Kate Middleton. Entró en la vida de William de la manera más natural: como compañera de aulas en la universidad. No fue un noviazgo propiciado por la familia: Kate se cruzó con la mirada del joven o viceversa. Ya está. Y ahí comenzó un noviazgo largo, interrumpido por alguna sonada ruptura, con poca intervención de las familias y un deseo, expresado a la prensa por la casa real, de dejar a la pareja, en la medida de lo posible, que encontrara su camino sin presiones externas. De esta manera, han llegado al altar tras siete años de convivencia. Kate no es una chica en busca de su estilo: es una mujer que ya lo tiene. Parece convivir sin tensión aparente con la presencia continua de la prensa y es capaz de darse una vuelta por Londres días antes de la boda para hacer unas compras. Sonríe con facilidad, tiene un físico poderoso, es muy atractiva, no va vestida de inglesa cursi ni abusa de los colores pastel, es una morena rotunda, capaz de teñir de tonos más vivos la empecinada genética de la descolorida familia británica.

William tampoco es su padre, de lo cual parece alegrarse todo el mundo, hasta me temo que se alegra la reina. No ha habido manera de recomponer la imagen de ese hombre tieso que vio cómo su intimidad era cuestionada por tabloides y prensa seria. El joven que veíamos esta mañana esperar a la novia en el altar de la Abadía de Westminster es un hombre que sabe que despierta simpatías y que ha aprendido a navegar desde niño por aguas difíciles; posee más atractivo físico que su padre, aunque los años le están monarquizando los mofletes, lo cual no es una buena noticia pero tampoco mala. Es un comentario al bies, puramente estético.
La boda ha sido un poco sosa. Dicen. Lo he leído en algún medio español, en América, en cambio, desde he seguido el evento, siempre asisten fascinados a todo lo que tenga que ver con la realeza europea. Todo es gorgeous, nice, fantastic. Bueno, bueno, no tanto, pero a mí en particular me ha gustado esa sosería. No están los tiempos para la desmesura, aunque cualquier boda real lo es en sí misma, pero ha sido una desmesura bajo control; tampoco sería lógico volver al kitsch de aquella otra boda, esa con la que siempre comparamos ésta. Los novios estaba significativamente tranquilos: ¿cómo se casa uno cuando lo están viendo dos millones y medio de personas? La vuelta al palacio ha estado plagada de sonrisas, de miradas y de ese lenguaje común, secreto y privado, que tienen las parejas aunque estén observados por la multitud.

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Lo Putrefacto

miércoles 27 de abril de 2011  

Un nuevo presidente hereda lo que perpetró el anterior. Sobre todo ha de brear con lo putrefacto, tratar de enmendarlo. Puede que no sea justo heredar un marrón pero una presidencia no se comienza con la pizarra en blanco. Obama heredó grandes marrones. Marronazos, para ser precisa. Los marronazos de Bush fueron la base de la campaña política de los demócratas. Era inspirador construir un discurso esperanzado para un pueblo en crisis, con un alto porcentaje de indigencia, una clase media más empobrecida que su generación anterior, un ejército envuelto en una guerra desatada por falsas evidencias, una educación pública desposeída de medios y un prestigio internacional por los suelos.

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Procesionar

miércoles 20 de abril de 2011  

Ayer escuché varias veces el verbo procesionar en el telediario, que es un verbo que nació con la democracia y por la repentina necesidad que les entró a los Ayuntamientos de que en su jurisdicción se procesionara con tanto entusiasmo como en el pueblo de al lado. A esta revitalización de las procesiones contribuyó la izquierda en gran medida, debido al empeño de algunos políticos en situarse en la presidencia de dichas manifestaciones religiosas. Ya nadie parece acordarse de que, dejando a un lado las ciudades con una Semana Santa espectacular, las procesiones estaban en franca decadencia hasta que los políticos democráticos las convirtieron en manifestaciones culturales. Y los periodistas, obligados a retransmitir los pasos, se inventaron palabras técnicas para darle a su discurso el tonillo de experto en la materia: de ir en procesión los fieles pasaron a procesionar.

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El Bien

miércoles 13 de abril de 2011  

Según las estadísticas de la página web de este periódico ya somos 15.000 personas las que nos hemos interesado por esta noticia: Scarlett Johansson y Sean Penn ya no se esconden. Dice mucho a nuestro favor que en la valoración que hacemos de la noticia no la hemos considerado «imprescindible». O sea, entendemos que es posible participar en una tertulia sin saber que dicha pareja ya no se esconde y no por ello ser considerados mal informados. Pero eso no quita para que hagamos un clic entre tanto Sortu, tanta corrupción y tanto silencio de Rajoy y echemos una canita al aire.

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Nosotros

miércoles 6 de abril de 2011  

Los escándalos de corrupción acabaron con la era socialista de Felipe González. Él mismo lo ha admitido con el tiempo, como también ha admitido (cosa que creo) que su tendencia a delegar en otros contribuyó a formar a grandes políticos pero también a que se cometieran muchas tropelías que no estaban sometidas al necesario sistema de control. De cualquier manera, una sociedad civil que aún tenía por costumbre reaccionar ante los malos usos de una joven democracia castigó al jefe, que es, al fin y al cabo, el último responsable.

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Estancados

miércoles 30 de marzo de 2011  

España es ese país que se engolfa en su estancamiento. Perdón, decir España es mucho, mejor hablar de sus más vistosos grupos sociales, prensa y clase política. Engolfados estamos y estaremos en ese ponzoñoso asunto de las conversaciones del Gobierno con ETA. De nada sirve que, según rezan las encuestas, los españoles sitúen hoy el desempleo, el desencanto político o la corrupción como algunas de sus principales preocupaciones: si hay una voluntad de políticos y opinadores de colocar de nuevo, como tema prioritario, las maniobras del Gobierno con los terroristas, el resto de nuestros intereses serán aparcados. Utilizar el terrorismo como arma electoral es un viejo asunto; usarlo cuando parece que la banda agoniza (a pesar de la amenaza que siempre late en un animal moribundo) es darle una cobertura publicitaria a una gentuza que sufre al verse en segundo plano.

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Insostenible

miércoles 23 de marzo de 2011  

Nadie sabe cómo va a reaccionar ante una situación dramática. Nadie lo sabe. Más nos vale no presumir jamás de valentía. Pero sí se sabe algo de cómo se responde colectivamente a una catástrofe. Cuando se hablaba estos días pasados del ejemplar comportamiento del pueblo japonés, yo recordaba esos dos grandes atentados que viví de cerca, el 11 de septiembre neoyorquino y el 11 de marzo madrileño. Un sentimiento de solidaridad contagioso inundó las dos ciudades y no se puede decir que se produjera una respuesta histérica: a pesar de que Manhattan es una isla; a pesar de la inaceptable desinformación con que se gestionó el atentado de Atocha.

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Asustados

miércoles 16 de marzo de 2011  

En ocasiones el mundo nos viene grande. Una catástrofe como la ocurrida en Japón, observada desde la barrera, nos conduce a pensar que hasta el país mejor pertrechado tecnológicamente es vulnerable a la brutalidad de un azote imprevisible de la naturaleza. De pronto, lo que no ha sido barrido por una gigantesca ola es amenazado por la radiactividad y lo que antes fuera el escenario de múltiples vidas se convierte en un territorio fantasma. Dado que comprender el alcance de tanto dolor ajeno es imposible y que el sentimiento de solidaridad siempre contiene una especie de alivio vergonzante por no haber sido tocados por la catástrofe, tratamos de aliviarnos con una mirada a lo doméstico, y lo que aquí nos encontramos es tan aburrido como irracional. Más de lo mismo. Más de lo mismo, en España, significa que puede salir el sol por Antequera, o sea, que el grado de provisionalidad es notable.

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