La Bromita
Hay que ser muy ingenuo para, siendo una persona pública, utilizar el Twitter como si fuera un divertimento entre amiguetes. Hay que ser muy torpe y no haberse leído las instrucciones de uso para no saber que la dichosa frasecilla de 140 caracteres no se la estás contando al oído a los tuyos, sino que los vientos cibernéticos la ponen a disposición de cualquiera. Hay que ser poco elegante para que, en estos días en los que se avecina un cambio de partido en el Gobierno, un alto cargo del PP bromee con el puesto que puede perder una periodista de Televisión Española. Hay que ser muy burdo para bromear con algo que constituye uno de los cánceres de esta democracia: nada es estable, cuando los ganadores toman el poder defenestran a todos los cargazos y carguillos que nombró el partido perdedor, una de las pésimas tradiciones españolas que no se han sabido o no se han querido remediar. Hay que ser más patoso todavía si la víctima de tu broma es alguien que sabes que no goza de la simpatía de los tuyos, los que en breve estarán al frente de todas las instituciones.