¿Quién puede debatir con Monasterio?
Ese es el estilo. Ataques personales, provocaciones que acaban abroncando a todos los asistentes. Es inevitable no verse ensuciado cuando se comparte mesa con alguien que desprecia, insulta, no calla, miente con descaro. Por supuesto, numerosos opinadores políticos han señalado a Pablo Iglesias como el culpable de que el debate, el que abandonó y los que quedaban, se haya frustrado. Nadie culpa en cambio a Díaz Ayuso de dejar la silla vacía. Y de las groserías de Monasterio muchos disfrutan en silencio, porque se encargó de expulsar al demonio del cuarto (algunos viejos socialistas llaman a ese demonio “anomalía democrática”). El Partido Popular celebró el abandono de Iglesias en un tuit que luego borró. Los tuits que se borran son los que más valor tienen, porque exhiben lo que de verdad se piensa.