Arny: un caso de maldad colectiva
Ser malo en solitario requiere esfuerzo, decisión, empuje. En cambio, ser una mala persona dejándose arrastrar por un brote de maldad colectiva puede ser hasta gustoso: excusados de asumir una responsabilidad que queda diluida podemos relamernos con el espectáculo de la desgracia ajena. Es probable que usted lea estas palabras y se coloque de inmediato al lado de los que jamás harían daño a una mosca; así suele ser, nos creemos libres de pecado y alineados siempre en el equipo de los buenos, de la misma forma que a nuestros hijos los imaginamos como víctimas de acoso pero jamás como acosadores. Procuramos vivir con la conciencia tranquila. Y, sin embargo, las cuentas no salen. Habiendo mala gente que camina y va apestando la tierra, habría que considerar que en algún momento nosotros hemos frecuentado el sendero del mal.