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Inocular el mal para vencer

domingo 18 de diciembre de 2022  

España es ese país al que los de fuera quieren volver. Fui de fuera casi una década y lo que observaba es que los expatriados deseaban regresar a este país suyo. No sé si era la nostalgia la responsable de la idealización de las ventajas de la patria, pero desde la lejanía se dibujaba como un país en el que con un sueldo razonable se podía disfrutar de la vida. Creo que esa era la clave moral: un lugar del mapa en donde el verbo disfrutar estaba a la misma altura que el verbo trabajar. Estar cerca de los tuyos, no entender el trabajo como algo sagrado que articula la vida y tener tiempo para perderlo en lo que uno quiere, era lo que nos distinguía de los países anglosajones y hacía que nuestros sueños fueran diferentes. Aunque azotada por las crisis, España sigue sin ser un país convulso, invivible, porque de lejos, bajado el volumen del griterío de la vida pública, uno tiende a concentrarse en las virtudes de la privada. Se suspira por un país que ofrece seguridad para moverse por él, habitado por gente sociable, en donde se mantienen a lo largo de la vida fuertes lazos de cariño que nos hacen sentirnos protegidos de la intemperie.

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