Miembros varoniles
“Las niñas de las madres que amé tanto/ me besan ya como se besa a un santo”. Estos versos del poeta Ramón de Campoamor me dibujan siempre una sonrisa en los labios, porque hay ocasiones en que solo la cursilería está a la altura de lo que ocurre en las edades de la vida. Choca que en estos tiempos en los que las mujeres tratamos de dignificar las diferentes fases a las que nos somete la fisiología, naturalizando menstruaciones, pospartos y menopausias, siga siendo tabú lo que les ocurre a los hombres en esa zona sagrada de su anatomía, porque aun siendo hoy cualquier experiencia considerada de interés público, incluso la más íntima, jamás se vulnera el acuerdo tácito de no perturbar las fantasías animadas masculinas. La trayectoria vital de las mujeres ha sido ampliamente comentada, aunque fuera para mal y motivo de burla: ahí estaba la regla para acusar a la mujer de mal carácter, la soltería para justificar la amargura, los sofocos de la menopausia para señalar la decadencia.