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No hay poseedor ni poseída

domingo 31 de enero de 2021  

Creen los adolescentes en su comprensible ignorancia que ellos inventan el deseo y desde ese convencimiento suelen considerar que sus padres son ajenos al impulso sexual. Es un malentendido justificado por la inevitable egolatría juvenil, cuya ceguera suele curarse con el tiempo. Mi generación, y las de esos jóvenes que protagonizaron el advenimiento de las libertades en España, estaba a gusto con la idea de que nuestros padres habían limitado sus encuentros sexuales al único fin de procrear, como así establecía la Iglesia católica: evitábamos la incómoda visión de imaginar a los progenitores gozando y en consecuencia nos erigíamos en inventores de la libertad.

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