El Capricho
En estos tiempos de crisis hay una tendencia discursiva demasiado abstracta que puede hacernos perder, una vez más, el tren de lo concreto, ese tren que perdimos en los años de bonanza en los que a casi todos nos parecía legítimo que cada alcalde o presidente de comunidad autónoma exigiera una universidad, un museo de arte contemporáneo o un AVE. La cosa va de trenes. Mientras hablamos de mercados, capitalismo o se nos llena la boca con la palabra revolución (unos sin saber lo que significa y otros sabiéndolo demasiado) resulta que en la prensa, y no exactamente en su primera plana, aparece una noticia que debería hacernos reflexionar, o mejor aún, patalear: se cierra el servicio del AVE entre Albacete, Cuenca y Toledo. Se cierra porque no hay pasajeros, porque su servicio le cuesta a la compañía 18.000 euros diarios. Se cierra por su inviabilidad. Fantástico. Lees la noticia, que puede insólitamente pasar desapercibida en estos momentos en que más necesitamos saber en qué ha fallado nuestro sistema y la cabeza arde en preguntas.