Fue imperfecto, ¿como todos?
En cualquier caso, ha quedado claro una vez más que no hay biografía más intocable que la de los futbolistas: el suculento botín que se embolsan está justificado; cuando defraudan, están perdonados; si abusan, ahí están los hinchas para sacar pecho por ellos. No hay reproche si la jugada es buena. Y como son humanos y proclives a pecar, se les trata como a reyes y todo se les perdona por el placer que procuran. Cuando mueren son beatificados y al que levanta la mano para discrepar siquiera en un aspecto se le censura convenientemente.