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Cuando te ves obligado a ocultar que estás enfermo

domingo 20 de noviembre de 2022  

Recuerdo muy bien aquella tarde en la cafetería del Lincoln Center de Manhattan. Mi joven amigo me había dicho que necesitaba hablar urgentemente conmigo y allí estaba, esperándolo. Lo vi entrar con el rostro demudado, abriéndose paso precipitadamente entre las mesas y reprimiendo el llanto hasta que ya entre mis brazos pudo romper en sollozos. La confesión fue rápida: esa misma mañana le habían diagnosticado VIH. Aquel joven al que había conocido en el metro de Nueva York y había visto hacerse un hombre, tanto humana como profesionalmente, veía de pronto abrirse una grieta en su vida. Las preguntas de rigor acudieron a su mente: ¿Cuántas posibilidades tenía de desarrollar la enfermedad? ¿Cómo sería a partir de ese momento su vida íntima? ¿Lo debía mantener en secreto? ¿Sentiría el estigma asociado a esa enfermedad o eso era ya algo superado? 

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