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Esa libertad que te convierte en esclavo

domingo 16 de octubre de 2022  

Como taxicómana impenitente siento una lealtad hacia el gremio. Son muchos años y el roce, como yo digo, pues eso. En el libro no escrito de estilo del periodismo se dice que no hay que contar la situación de un país por lo que te dice el taxista que te recoge del aeropuerto. Lo que a mí me ocurre es que si no escribo aquello que me ha pasado montada en un taxi se me reduce la inspiración. Me da la experiencia para un libro del género chico, como de anecdotario, que sugiero podrían llevarlo los taxistas para que los clientes se entretuvieran: Cuentos de taxi para leer en el taxi. Pongo ejemplos al tuntún: la amistad que surgió con el taxista que me recogía cada noche para ir a Prado del Rey cuando yo era chica de radio; lo de aquel conductor que se me quedó dormido en un semáforo (por fortuna) ya de mi barrio y cómo yo salí, del taxi, de puntillas y eché a correr para no despertarlo ni pagarle; hablaría en otro cuento de ese taxista que me ha parado tantas veces que siempre me dice, “joder, joder, cuando se lo diga a mi mujer me va a decir que es usted la chica de la curva”, o el caso de aquel taxista lector al que invité a subir a mi casa para regalarle dos libros dedicados, o aquel otro que me llevó a vacunarme de la tercera dosis a un hospital de El Pardo y que cuando ya en el centro hospitalario vi que se me había olvidado la cartera, me esperó para traerme de vuelta a casa. Me salió la vacuna por un pico, pero intercambiamos jugosas experiencias sobre el confinamiento.

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