Cuando el insulto y la mentira son armas políticas
No se calibra lo que hiere un insulto público hasta que no eres la insultada; no se sabe lo peligrosa que es la injuria hasta que eres la víctima de una. Hay necios que de vez en cuando nos recuerdan lo alto que hemos llegado en el arte del insulto en España. Yo añadiría que si hemos hecho de la injuria y del insulto un arte hemos sido, sin duda, unos adelantados a nuestro tiempo, este en el que las redes han puesto a disposición del usuario la posibilidad de democratizar la bazofia. El uso de la mentira es ya un arma política. La secuencia es la siguiente: en vez de expresar un desacuerdo y proponer alternativas, se opta por denigrar al adversario, y a eso se le añade un bulo, para apuntalar las razones que llevaron a ofenderle. Hay una derecha extrema que ha hecho de esta estrategia su manera de estar en política y hay una derecha, que pudiendo ser moderada, se deja arrastrar por la falta de ética.