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Álbum Familiar

domingo 31 de julio de 2011  

De vez en cuando los cronistas hacemos recuento de lo que llevamos escrito durante años. Antes buscábamos en los cajones, ahora miramos en el archivo del disco duro. Cierto es que las palabras, en el ordenador, no pierden brillo ni las páginas desprenden ese olor a tiempo tan propio del papel, pero hay algo en las frases del pasado que no resiste los años con dignidad. Cuando por una mudanza, por hacer espacio, o por la vanidad legítima de publicar las crónicas en un libro, nos ponemos a la tarea de repasar los viejos textos de prensa, debemos enfrentarnos a la idea de que solo un 20% serán ya de interés general. Las hemerotecas tienen sus ratones -los estudiosos, los estudiantes-, pero cuando se trata de llegar a ese público que entra en una librería a comprarse un libro, hay que aceptar que no todo lo que uno escribe aquí es imperecedero.

Escribimos para el consumo diario. Hacemos referencia a acontecimientos muy fechados en el presente, a giros del lenguaje que habrán de quedarse caducos y a personajes que es posible que nadie recuerde en diez años. A los elementos gráficos no les ocurre lo mismo. Al contrario. El dibujo antiguo nos sitúa estéticamente en una década y en ocasiones hasta cobra un aire retro que embellece aquello que no fue demasiado valorado en su momento, y la fotografía es, sin duda, lo más resistente de la crónica diaria.

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