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En esencia, Elvira Lindo

martes 9 de septiembre de 2008  

Artículo de Adolfo García Ortega

“A la Tristeza
le di los buenos días,
y creí que la dejaba muy atrás.”

[JOHN KEATS]

  1. Hablamos en un hotel de Bogotá. E.L. me dice que podría estar en el otro lado de la vida (en momentos sensatos e insensatos), que es precisamente donde le gusta estar casi siempre: en el otro lado de todo, en el otro lado de las cosas. Hay lluvia, es temporada de tormentas. Le gustaría estar al otro lado de la lluvia. ¿Es ése un lugar? Estar en el otro lado de la vida es estar en el otro entendido como radicalmente un no-yo. Elvira siempre viaja hacia lo otro, hacia los otros. Es lo primero que he aprendido de ella. Una virtud.
  2. Siempre se siente responsable, víctima. Comprende a las víctimas. Éste es su don más extraordinario. Se hace plural porque se pone del lado de quienes padecen. Lo que sea: un complejo o una tortura. O una injusticia. O un error.
  3. Su relación con el trabajo es dura. No se perdona. Pero es hedonista. No proletariza su ocupación del tiempo, su necesidad laboral. Posee un sentido de inevitabilidad con su trabajo, que le apasiona.
  4. Para ella la vida tiene que tener algo de aventura, le gusta rondar sola por las ciudades, pensar que su vida no está del todo hecha, que hay algo por descubrir.
  5. Tal vez sea esa la razón por la que el mundo literario de tertulias, charlas, mesas redondas, cenas, capillas, etcétera, en fin el milieu, no le interesa mucho o, mejor dicho, no le interesa nada.
  6. Para E.L. la aventura está en aquello que posee un inequívoco punto desconocido, y para ella, el mundo literario es extremadamente previsible, nada aventurero en sí. La aventura siempre es personal, sobre todo entre escritores. Piensa que es fácil imaginar lo que van a opinar muchos colegas antes de que hablen.
  7. Cree que el escritor se ha convertido en alguien demasiado recurrente en la vida pública. Cada vez más ella procura estar presente sólo mediante lo que escribe.
  8. En Nueva York le gusta sentir que tiene un alma joven, que no lo tiene todo hecho en la vida, le gusta conservar la capacidad de asombro.
  9. Mantiene una curiosidad enfermiza por las vidas ajenas, pero no exactamente por las de la gente relevante o popular, esas vidas le interesan menos, cree que es más interesante adentrarse en las vidas de gente que es ajena a tu mundo.
  10. Desde pequeña le gustaron las casas de los demás. Si iba con sus padres a casa de unos amigos suyos, con la excusa de ir al baño se metía por las habitaciones. Nunca lo hacía por cotillear; se trataba de otra búsqueda, de una necesidad de sentir en ella otras vidas. De aquella experiencia, paradójicamente, surgió la naturaleza de su escritura: comprender a los demás a la vez que detesta interferir en la vida de los demás.CONTEXTOS: Infancia: su madre, ama de casa. Operación a corazón abierto. Su salud. Su muerte. Discusiones con su padre, pasión entre ellos. Para ella es la serenidad y la felicidad. Cuando muere su madre, Elvira tiene 16 años. Su vida da un vuelco.
  11. En Buenos Aires hablamos de Una palabra tuya. Es una novela emotiva y dura, el retrato de dos personajes (aportación extraordinaria de E.L. a la historia de la literatura española como escritora sólida), de dos mujeres, de dos figuras de un mismo espejo deformante, de dos trayectorias vitales, una hacia la nada triste desde una vida triste, y la otra hacia el futuro desde una vida redimida. Y en medio de todo, la piedad y el perdón y la redención: la misericordia a la manera de Galdós. CONTEXTOS: Su padre es auditor de Dragados y Construcciones. Infancia y adolescencia entre Cádiz, Mallorca, Alicante… Sin raíces. Trabajo: oportunidades. Radio Centro, en Pueblo, en Madrid, en Málaga.
  12. Cree que hay personas más racionales que ella, personas que aceptan la idea de la limitación de la edad y de la fugacidad de la vida. A E.L. ese pensamiento siempre la hace infeliz.
  13. Tiene la sensación de que su vida es corta, de que necesita más tiempo, más perspectiva por delante. Es de las cosas que más le pueden deprimir: no ver futuro, no ver salida, no ver proyecto al que dar cuerpo, carne.
  14. A pesar de ser una persona «popular» en España, todavía conserva el anonimato en muchos sitios porque entra en un mundo donde la literatura no entra. Le gusta salir de casa y dejarse llevar por aquello que vaya surgiendo. Pasea por la calle y tiene tiempo para conversar con la gente, para saludar a la gente que está en las tiendas, para conocer a otras personas. Es algo que hace mucho: recorre la ciudad sola pero acaba haciendo amistades. Es así como se convierte, en la escritura, en la voz de los otros, en la naturalista conductora de las vidas ajenas.
  15. Le gusta vivir entre dos ciudades: Madrid-Nueva York. Nueva York le permite experimentar la grandeza del mundo, allí no valen las relaciones de siempre, allí no se es nadie. Y se es todos a la vez. Por eso le fascina la duplicidad de fortalecer una identidad labrada a cincel (Madrid) y de la disolver esa identidad en un río de vidas a la manera de los Roth (Henry y Philip) en Nueva York.
  16. Cree que el ambiente cultural español es muy pequeño y está terriblemente contaminado y lleno de tráfico de influencias. No cree que nuestro oficio de escritores deba utilizarse para ostentar ningún poder, por pequeño que sea.
  17. Sabe que nuestro país, España, es tal vez mucho más humano que Estados Unidos, pero le gusta experimentar la diferencia de esa deshumanización aparente. Porque ha encontrado un sentido vital al paraíso de lo mejor y lo peor que es América. Se siente de lleno inmersa en la cultura literaria de la Tierra de la Gran Promesa.
  18. Hay gente que coloca en primer lugar, por encima de otras cosas, la posición social que da la escritura, y la consecuente relevancia pública. En su caso no es así. Todo lo contrario, extremadamente lo contrario. E.L. es normal, muy normal (colectivamente normal, y por ello socialmente asumida como símbolo de un Yo compartido). Pero en España se paga muy alto el precio de la notoriedad, mediante el chantaje terrorista de la envidia.
  19. Para ella el amor (las relaciones sentimentales en general) y el sexo han sido y son los deseos más importantes en su vida. Son las cosas que le han hecho perder la cabeza, para bien y para mal, para sacar lo mejor o lo peor de sí misma.
  20. Cuando le preguntan cómo se ha sentido con su cuerpo a lo largo de su vida, suele decir que tendría que haber sido más comprensiva con él, haber “amado” más su cuerpo, porque en realidad ha tenido y tiene suerte con los hombres, ha tenido una vida amorosa rica, procelosa, que le ha hecho disfrutar mucho, y sufrir mucho también (pero ahí está la riqueza con la que luego, en profundidad, puede hablar del cuerpo y del amor en su literatura, en su escritura en general). Prefiere la vida con emociones, no le gustan las vidas planas. CONTEXTOS: Matrimonio con 21. Hijo a los 23. Divorcio a los 25. Luego, con los años, otro matrimonio. Domicilios diversos.
  21. Muchas veces, cuando piensa en el desastre de su primer matrimonio (“Yo fui un desastre –dice- y tengo todavía una gran capacidad para el desastre aunque me controlo bastante”), se consuela pensando en que hay algo que no salió mal entonces, y ese algo es en realidad alguien, es su hijo Miguel, el centro de su universo afectivo. “Miguel representa para mí lo mejor que me quedó de aquella época, lo más limpio, lo más inocente.” CONTEXTOS: Humor como constante. En una foto familiar, la única sonrisa es la suya, de niña. A los 33, éxito en la literatura: Manolito Gafotas.
  22. Literatura: hacerse un sitio, libertad absoluta, subir escalones, sentirse dueña de sí, segura de sí. Lo ha conseguido. Pero en todo escritor que madura, las dudas sobrevuelan como nubes de tormenta. Y no se van. No tiene que irse, por otra parte.
  23. Una palabra tuya. Los retratos de las dos protagonistas de la novela, su lenguaje y la fuerza literaria como están construidos, tienen una consistencia tal, llegan tan hondo al lector, que sólo puede decirse que es genial el modo de abordarlos, porque rezuma por doquier lo que es la esencia de la excepcional identidad literaria de E.L.: pone la vida en las páginas, es una medium entre la vida y la literatura, vehicula la literatura hacia la vida, como Balzac, como Galdós, como Clarín, como Valle, como Wolf. Cada frase, cada diálogo, cada «confesión» de Rosario cuando habla de Milagros, la misma Milagros, la mente del propio Morsa, los hechos y las emociones tan directas hacia la madre (la de cada una) y el padre (elemento extraño), son la vida misma, la vida toda… Y sin artificio ninguno. CONTEXTOS: Cultura y popular. Oficio disperso. Hueco entre los contemporáneos. No estaba hasta ahora en ninguna lista generacional. Escribe desde los 9 años.
  24. Hizo un viaje callejero con algunas barrenderas de verdad y cuenta que fue muy estimulante. Estuvo al alba, cuando estaban dispuestos a salir todos los barrenderos, en el Cantón de Cerronegro. Cerronegro esta al lado de la M-30, cerca de Pacifico y su jurisdicción de limpieza llega hasta Atocha. Estuvo acompañando a una barrendera hasta Atocha. E.L. le preguntaba y ella respondía a todo con mucha simpatía y agrado: era ecuatoriana. Luego se subió con otra en uno de los camiones. Llovía y eso hacía mas duro el recorrido. Hacía frío. Volvió a casa con los pies helados. Antes de tomar un taxi para el regreso compró unas porras en un puesto de la estación de Atocha. Creo que para entender las ciudades hay que levantarse temprano. Es fundamental, es cuando la ciudad se está haciendo. Por la noche es cuando se está deshaciendo. Aprendió bastante ese día con ellas, con las de verdad. Es el otro viaje: el de la vida a la literatura.
  25. No se puede poner a escribir inventando desde la nada. Cuando se pone a escribir es porque ya hay algo en ella que ha cobrado forma después de llevar madurándose mucho tiempo. Sus personajes son inventados pero todos tienen alguna conexión con una parte de ella muy estrecha. Todos sus personaje le pertenecen a ella, aunque también a la vida. Ésta es su grandeza, en definitiva.
  26. Un día me reconoció que está entre en la bondad y en la maldad por igual. Si no se identificara con ellas por igual no podría describirlas. Milagros y Rosario son dos caras de una misma moneda que en realidad, muy profundamente, es ella misma: Rosario es la amargura, la infelicidad y Milagros es la inocencia y la locura. Ambas conviven en ella y salen de sí tanto como la experiencia entra en ella para dar forma a la esencia. Acción literaria pura, en suma.
  27. A veces piensa qué habría sido de ella si la vida hubiera sido menos generosa de lo que lo ha sido. De esta pregunta interior –o anterior- es de lo que trata Una palabra tuya: de la gente que tiene que vivir con pocas esperanzas, si la vida no te regala un atisbo de generosidad para elegir en medio de la nada.
  28. En Madrid, otro día, me dice que no quiere que nadie sienta pena por su culpa. Contagiar tristeza le produce una sensación muy incómoda. Aunque sabe que la tristeza –ese sentimiento melancólico que habla de la vida sin futuro- hay que sentirla y nombrarla con sinceridad, ella reconoce que no suele hacerlo, por pudor, por vergüenza, por falta de costumbre, tal vez por todo eso a la vez, y añade que también por cierta soberbia. Ahora, en Una palabra tuya, lo ha hecho con decisión y claridad, llamándola por su nombre: tristeza, tristeza por aquello que se pierde y que ya no se tendrá más.
  29. Lo que hace cada domingo, en sus artículos en los que se transforma y se vuelve la voz irónica más corrosiva contra el costumbrismo español, es olvidarse de sus sentimientos y saca la parte divertida que hay en su manera de mirar la realidad colectiva. Salvo raras excepciones, pues hay domingos en los que sus artículos también se llenan de melancolía. A veces es muy reservada, le cuesta mucho expresar lo que verdaderamente siente, y no hay nada que le produzca más pavor que contagiar debilidad.
  30. Como articulista, posee una raro don: es voz para la gente. Entronca con la gente. Tiene una visión política de la política que sitúa como pocos la política en la realidad. Eso acarrea disgustos, polémicas y soledades. Muchas veces incomprensión. Generalmente unanimidad en sus lectores. Como articulista, también se la ama. CONTEXTOS: Ahora se considera una superviviente, y oculta toda su vulnerabilidad en público, porque si la gente supiera lo fácil que es herirla, estaría expuesta a que la rompieran en mil pedazos como si fuera de cristal.
  31. De Una palabra tuya decía Antonio Muñoz Molina que era su novela en la que la sinceridad ocupaba un lugar destacado. Comparto esa opinión, hay una profunda sinceridad catártica -real o no, eso no importa, porque en literatura lo que importa es si todo lo parece-, un acercamiento a la verdad, y el lector percibe esa verdad, la hace suya de inmediato. Esta condición de E.L. de reflejar la vida en distintos registros hace que el lector, en esta novela, se vaya envolviendo por la confesión, o la larga explicación vital interior que hace Rosario, y se contagie de la piedad hacia Milagros, y por eso queremos a Milagros, y por eso la comprendemos. E.L. da vida.
  32. La melancolía le afecta. Sobre todo en la primavera neoyorquina, donde la belleza efímera de la realidad de pronto se le pone ante los ojos y le toca la piel. Me dijo una vez, en abril: “Ayer estaba sola en Central Park paseando, me detuve para ver el atardecer, para ver el skyline tan maravilloso que hay orientado hacia el sur. Los edificios parecían iluminados, parecía que había un sol agazapado tras ellos, y me invadió el ánimo la idea de lo rápido que pasa el tiempo, la poderosa sensación de que todo se va, la vida, las pequeñas vanidades, estos días que tenemos delante de los ojos, y me dio una emoción que casi me sentí caer al suelo”.
  33. Le gustaría a veces no sentir las cosas tan arrebatadamente, ser más fría, pero no se siente hecha para eso, y el principio de la primavera siempre la trastorna, se ve despojada de los años que han pasado, que no los vive como buenos recuerdos, sino como tiempo arrebatado.
  34. Durante mucho tiempo tuvo la impresión de que la vida la llevaba, de que no la controlaba ella. Fue una sensación duradera, inhóspita y que provocaba una especie de retardo en la consecución de las cosas, de la felicidad. Por eso a veces todavía se pregunta: “¿Hago lo que dicta el enemigo o lo que en realidad yo pienso?”. Siempre descubre sola las cosas.
  35. En absoluto se puede decir que sea sencilla. Es más, aborrece ser juzgada o calificada como tal. Posee un barroquismo innato, una gran don para al artificio y el camuflaje. Es una mujer con un alto grado de complejidad, y eso forma parte de su indudable atractivo. La complejidad adquiere las caras de lo diverso, de lo mudable y de ligero. De ahí tal vez proceda su hipersensibilidad para que nadie se sienta herido. Ni la hiera.
  36. E.L. sobre Una palabra tuya: “Creo que es algo original, que tiene algo tragicómico, algo valleinclanesco. De verdad creo que Valle Inclán tiene algo que ver con esta novela, pero a lo mejor sólo son ilusiones mías. Creo que es el mejor personaje femenino que he hecho.”
  37. Su fuerza radica en que llega a hacer comprensibles las emociones y a profundizar, como todos querríamos hacerlo, en la propia alma. Además, hay otras cosas en sus novelas: el mundo de clase media-media baja que retrata, el mundo de frases, gustos, vicios, costumbres, contextos que refleja, absolutamente coherente y cercano para mucha gente, sin caer en ningún momento en lo que habría caído alguien con menos talento que ella: en la comedia costumbrista manida, en el potaje literario realista sin relieve. Lejos de eso, E.L. ha hecho en Una palabra tuya una especie de variante de la tragedia griega con forma contemporánea como pocas veces se puede leer y experimentar. La imagen de Rosario entrando en el cuarto a ver el cuerpecito del niño muerto es absolutamente, arrebatadoramente inmortal, clásica, profunda, hermosa. Mítica, en fin.
  38. Es una novela de verdad excepcional. Todo lo que hay en ella, clima, avance de la historia, tensión, vitalidad, prosa, personajes, todo en suma está perfectamente logrado, se abre y se cierra perfectamente, y no se percibe de inmediato que en realidad es una novela muy compleja de pensar, de concebir, ya que los lectores captan una especie de «facilidad» narrativa, de fluidez, fruto de la depuración y fruto, a su vez, de la innata y natural virtud suya de escribir con la realidad incorporada.
  39. Del saber en el amor. En Madrid me dice: “Yo creo que Antonio es el hombre que me ha querido (que me quiere) durante más tiempo. Teníamos opiniones distintas. Yo pensaba que cuando me conociera más se cansaría pronto de mí (porque soy temperamental, intensa); él dice que me ha querido más al conocerme más.” Pero en el fondo es una mujer amorosa, extremada, y reacciona contra los controles, en materia del corazón. Sabe que experimenta las emociones sentimentales demasiado apasionadamente, y se repite a menudo que le gustaría en algunas ocasiones ser un poco más fría. Esta oscilación es propia de las apasionadas incurables.
  40. Tiene un gran sentido de la libertad, sobre todo para cambiar. A veces los lectores, transformados en los poseedores de ella como escritora, no quieren que cambie, y eso es duro. Pero sale a flote por su enorme y valiosa libertad para todo. Siempre es la niña feliz de aquella foto en la que está con toda su familia, sonriendo sola. Libre para esperar la felicidad que siempre llega, si se busca. Como ella hace.

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