He Tenido un sueño
«Aquí tenéis la continuación del Tinto de anterior. El taller que impartía aquel año era de escritura humorística, así que todos, del rector (Berzosa) al alumnado tuvieron mucha paciencia conmigo. Yo me siento algo alejada ya de esta manera de escribir pero en mi casa me tienen prohibido ser crítica con mi pasado, así que tengo que callarme»
Yo siempre rompiendo. El primer día en la Universidad de verano les dije a mis alumnos que me gustaría que mi taller fuera un canto a la franqueza, que habláramos desde la sinceridad, que fuera una catarsis colectiva, qué caramba. Porque, vamos a ver, ¿qué es la literatura en España?, pregunté paseando mi mirada por todas las suyas. Ellos superintrigados. ¡Una farsa!, exclamé, camarillas de escritores que sólo recomiendan los libros de sus amigos, presentaciones de libros sonrojantes donde unos y otros se echan flores, críticos que machacan a los débiles y luego babean con los poderosos, pero con vosotros, queridos alumnos, con vosotros debe instaurarse la verdad. Luego dije algo así como “he tenido un sueño, he soñado que los hombres eran libres, etc, etc”. Para qué. La becaria listilla levantó la mano. Pues no va la tía y me dice que ahora que tenía la oportunidad le gustaría preguntarme que si no me gustaría en algún momento escribir cosas con cierta profundidad y no sólo la gracieta por la gracieta. La gracieta por la gracieta. Tuve que contar hasta diez, porque si no cuento hasta diez le salto los molares, y la dije: “Mira, bonita, ya te eché ayer de clase, y sin más remedio te voy a echar hoy, porque habiendo más universidades de verano en España que Carrefoures, a ver por qué me has elegido a mí para darme este coñazo. Tienes hasta incluso, puerta con puerta, un curso sobre los planetas. A lo mejor aún puedes apuntarte a un viaje a Marte. Ah, y hay otro de lenguaje de señas para sordos y al profesor de dicho curso, por razones obvias, lo que tú digas, por un oído le entra y por otro le sale; pero tú a mí no me das el curso, chata, porque antes que darte el diploma, fíjate que te digo, me encadeno a la basílica de San Lorenzo, así que, si no te importa, salte una horita al pasillo y reflexiona”. En total, que la tía se sale, y a la hora me digo, a ver qué hace (la lista), y salgo, y nada, que ya no está, y me pongo nerviosa (que me sudaba hasta el canalillo), y pienso, a ver si esta gilipollas ha ido a protestar y me cierra de nuevo las puertas del mundo académico que con tanta demora se me han abierto. Me pongo a buscar a la desesperada, y de pronto, allí que me la veo, en el bar, mojándose un donuts en colacao y, a su lado, un hombre con otro colacao en tetrabrick y con otro donuts. Al principio, lo juro, no lo reconocí, porque mi santo, que yo sepa, jamás de los jamases se ha comido un donuts. Pero allí estaba, mojando bollo, ¡él!, que siempre ha estado en contra del tetrabrick, que yo me he visto, en muchas discusiones que hemos tenido, sacando la cara por el tetrabrick. Pues allí lo tenías, chupando la pajita y hablando de su obra. La becaria, supertuteándole, le decía, ¿entonces leerías algo mío?; él, por supuesto, me interesa muchísimo; y ella, me da mogollón de corte; y él, siempre tiene que haber una primera vez y un primer lector. Fue entonces, en ese momento crucial, cuando me desperté envuelta en sudor, gritando, ¡yo te mato, zorra!, y agarrando a mi santo por el cuello. Él, por hacerse la victimita, dice que vio el fin muy cerca.
Yo sé que es un sueño, pero como veo que la tía becaria esa se va a pasar la semana dándome mucho por saco, si me viera en la tesitura, yo la pongo cara a la pared. Eso sí, siempre dentro del aula. Porque a nivel onírico, lo encuentro un sueño superpremonitorio.