Guindas al Pavo
«Otro de los personajes Tintorescos: Evelio, el albañil que pasó dos años con nuestra pareja de escritores. No hay familia verdadera que no haya convivido alguna vez en su vida con un operario»
Elvira Lindo
Evelio estuvo el año pasado en la Universidad de El Escorial. Pero dice que fatal, que mu mal rollo, que le llamaron la atención por cantar y que él sin cantar no se centra, y que le den por culo a las universidades, que a él le sobran clientes. Eso me lo cuenta Evelio mirándome las tetas, porque es tímido y le cuesta mirarme a los ojos. Clava la mirada en las tetas, y en esa extraña situación hablamos de la zanja que me ha abierto en la puerta. Evelio lleva tantos días con nosotros que ya no nos acordamos muy bien para qué era la zanja; desde luego, es una zanja más humana que las de Manzano (en las que puedes desaparecer para siempre), la de Evelio es peccata minuta, de salir de casa y partirte una pierna, no pasa de ahí. Cuando me contó lo de El Escorial, yo me mostré suprasolidaria: «Aquí puede cantar usted cuanto quiera». Así que Evelio pasa la mañana en la zanja cantando «Échale guindas al pavo, pavo, que yo le echaré a la pava». No se sabe más, y hay momentos en los que te entra un coitus interruptus brutal.
Evelio nunca llama a la puerta y él se marca su horario. Nos echa en cara que en realidad nos está haciendo un gran favor porque lo de la zanja es una chapuza que a él no le trae a cuenta. Así que cuando crees que estás solo en tu chalé un domingo, de pronto aparece Evelio en una esquina: «Coño, Evelio, qué susto me ha dado. Avise, hombre». «Si es que no me gusta molestar», dice. Mi santo dice que si es normal que Evelio entre y salga de nuestra casa cuando le sale de los huevos. Mi santo dice cosas bastante brutales de Evelio cuando no está Evelio, pero cuando tiene a Evelio delante le da cuartelillo. Así que es a mí a quien le toca el marrón de echarle la bronca a Evelio: «Evelio, o acaba ya con esto o se va». Pero hay que tener cuidado con herir su sensibilidad, te puede tomar la palabra y dejarte tirado como a los de El Escorial. Evelio se me queda mirando las tetas como si entrara en comunicación con ellas: «Vaya carácter tiene la jefa». Evelio va diciendo por el pueblo que mi santo es un santo y que yo soy una pájara.
Mi santo me dice que yo entiendo el matrimonio como una cosa de tres: él, yo y un operario; que no recuerda ni un solo día de nuestro feliz matrimonio en que no hubiera un operario por medio. Un día entró Evelio al váter a la hora de la siesta y me encontró en el pasillo. El caso es que me pilló medio en bolas. Sucedió como a cámara lenta. Yo le dije: «Evelio…»; él me dijo: «Señora…». Dicho así parece que estuvimos a punto de arrojarnos el uno en los brazos del otro, pero no, echamos a correr en dirección contraria.
Ahora cada vez que me ve en el jardín dice: «Señora…, qué fatiga tengo». «Olvidémoslo, Evelio, somos personas adultas». Ayer, a costa de Evelio, hubo un momento emotivo: mi santo intentaba trabajar, pero la canción interruptus de Evelio le estaba poniendo al borde del suicidio (o del asesinato). Pero sacó pecho y sacó también el andaluz que tiene dentro y, a pie de zanja, interpretó en su totalidad —y bastante bien, oyes— Las guindas al pavo. Mejor que la mítica Rosa Morena. Nuestros vecinos aplaudieron desde el otro lado de la verja, y Evelio le dijo a mis tetas: «Si es que el que es artista lo es en todos los ámbitos».