Cuando un desnudo es un calvario
Veo esta semana el desnudo integral de Emma Thompson en Buena suerte, Leo Grande. La veo y leo la columna de Cristina Fallarás, a la que ese desnudo provoca inquietud. A mí, también. Qué poca delicadeza del director al retratarla. Me irrita esa hipocresía de la industria del cine que, por un lado, se saca de la manga el oficio de “coordinadora de intimidad” para negociar con melindres cada plano en el que ha de aparecer una mujer desnuda (fundamentalmente, joven) y, por otro, considera una valentía que una actriz de 63 años aparezca frente al espejo con cara de, “señoras y señores, este es el peor momento de mi vida”.