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Montar un Melodrama

domingo 24 de abril de 2011  

Que la tarde del domingo tiene un nosequé tristón, ya se ha dicho; que llevamos impreso en la memoria el calendario escolar, ya está dicho; que sobre las seis de la tarde del domingo empieza a asaltarnos la antigua sensación de no haber hecho los deberes y haber imaginado que el fin de semana sería eterno, ya está dicho; que el efecto es demoledor si al hecho de ser domingo se le añade que es el último día de Semana Santa, ya está dicho. A eso se le puede sumar la sensación de acabamiento del mundo que da salir del cine y que sea de noche, que el taxista te torture con una retransmisión deportiva a un volumen irritante, que no encuentres un restaurante abierto, o que vayas a un bar de tapas y esté vacío y nadie te propine codazos para pelear un lugar en la barra. Todo muy triste. Esa es la razón por la que el domingo hay que tomar medidas terminantes que impidan que brote esa tonta melancolía infantil. Opino que es mejor recogerse pronto: pasear por una calle con los establecimientos cerrados y las aceras vacías es algo que sólo puede gustarle a aspirantes a escritores, de esos que todavía creen que hay que favorecer experiencias lánguidas para escribir libros lánguidos en los que se aborde la incomunicación de nuestro tiempo.

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La Vida Misma (Vídeo)

lunes 18 de abril de 2011  

En ciudades como Buenos Aires o Nueva York, la cultura del siglo XX tuvo el colorido de la inmigración y la mejor literatura nació de ella. Antonio (Muñoz Molina) y yo tuvimos la suerte de organizar un acto literario en torno a esa idea en la Universidad de Nueva York. Era un evento literario sin literatos (a veces se agradece). Buscamos cuatro personas de procedencias dispares que hubieran venido a labrarse un futuro en esta ciudad. Les animamos a contar la novela de su vida.

 

La Vida Misma

domingo 17 de abril de 2011  

Lo veremos. En un futuro cercano, los niños de las limpiadoras que vinieron de Ecuador, de Guinea o Polonia, los hijos de los obreros que llegaron desde Rumanía o Marruecos, los nietos de los dueños de tiendas chinas, contarán su versión de los hechos. Entre todos ellos habrá alguno que escriba libros, dirija películas o escriba artículos; todos aportarán modismos del idioma que hablaron sus padres y nos harán entender que la visión que teníamos de nosotros mismos era estrecha e insuficiente. Esa es parte de nuestra esperanza. En ciudades como Buenos Aires o Nueva York, la cultura del siglo XX tuvo el colorido de la inmigración y la mejor literatura nació de ella. Antonio (Muñoz Molina) y yo tuvimos la suerte de organizar un acto literario en torno a esa idea en la Universidad de Nueva York. Era un evento literario sin literatos (a veces se agradece). Buscamos cuatro personas de procedencias dispares que hubieran venido a labrarse un futuro en esta ciudad. Les animamos a contar la novela de su vida.

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Trabajos Forzados

domingo 20 de marzo de 2011  

A los cinco años vi por primera vez Mary Poppins. A los cinco años caminé por primera vez, de la mano de mi madre, por la Gran Vía de Madrid. A los cinco años vi por primera vez un negro que se cruzó con nosotros en la Gran Vía. A los cinco años vi, por vez primera, el luminoso del edificio Carrión, que por entonces no era aún el de Schweppes. A los cinco años quise ser Julie Andrews, volar en paraguas y cantar conDick Van Dyke supercalifragilisticoespialidoso. A los cinco años me entraron unas prisas terribles por ser adulta. Hoy, después de cuarenta y cuatro años, después de haber visto lo menos una docena de veces Mary Poppins; después de odiar a Julie Andrews en mi adolescencia para volver a amarla ahora, cuando ya soy capaz de admirar la cursilería.

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El Miedo

domingo 13 de marzo de 2011  

Hablaba desnuda frente al espejo mientras se secaba el pelo. Llamaba la atención el desparpajo con el que durante tanto rato se exhibía sin ropa. Lo habitual es que la desnudez dure lo que dura el camino del casillero a la ducha o ese minuto que se emplea en untarse una hidratante y ponerse la ropa interior. Así la vi muchos días, enfrascada en una conversación con alguien que, pensé, debía surgir de un pequeño auricular encajado en su oído. No me pareció extraño, de la misma manera que ya no provocan asombro las personas que hablan solas por la calle. Al paseante que habla y gesticula mientras camina se le excusa la extravagancia imaginando que se trata de una conversación telefónica, real.

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Chicas de Novela

domingo 20 de febrero de 2011  

Los tacones son para la noche. Cuando me los pongo sé que lo que mis pies sufran estará compensado con lo que yo, la mujer que camina sobre ellos, disfrute. Primero, han de cumplir su función cultural, asistiendo a un acto literario. Luego, emprenderán camino hacia una lucecita que nos promete refugio en este bosque urbano, el neoyorquino, tan pobremente iluminado. La luz de neón reza «P. J. Clarke’s

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Los Abrazos de Miguel

jueves 25 de noviembre de 2010  

«Este artículo se publicó en la revista Marie Claire, con fotos de nuestro Xavi. Cada mes aparecerán estas pequeñas semblanzas de amigos. Un diario escrito entre Madrid y Nueva York»

Toda la vida evitando coger peso para que no me doliera la espalda (en un futuro) y acabo yendo al gimnasio para levantar pesas a fin de que no me duela la espalda (en un futuro). Todavía no he logrado saber porqué las bolsas de la compra te hacen polvo y las pesas gimnásticas te endurecen los huesos. Recuerdo que esto era lo que iba pensando una mañana del invierno pasado, subiendo por Broadway, destrozada después de una hora en la sala de fitness: cómo es posible que ese acabamiento momentáneo que me ha producido el ejercicio sirva para frenar mi acabamiento vital. Estaba pálida después de la ducha. Llevaba el pelo medio mojado, cargaba una bolsa de deporte y unas zapatillorras MBT para subir andando hasta casa. De pronto, alguien me llamó desde un Starbucks. Una voz querida. Era la de Miguel Poveda, que junto a otros amigos, entre ellos el guitarrista Chicuelo, tomaban un café de media mañana. Me habían visto pasar veloz por delante de la cristalera y salieron corriendo a por mí.

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Historias del metro

viernes 3 de octubre de 2008  

Fue en 1939 cuando el músico Duke Ellington conoció al que sería su más estrecho colaborador, Billy Strayhorn. Ellington, que ya por entonces era el Duque, en un viaje a Pittsburgh quedó impresionado por el talento del joven pianista Strayhorn. Le invitó a ir a Nueva York y unirse a su banda. Duke lo vio tan inseguro que le hizo un plano con todas las indicaciones para llegar hasta su casa, que estaba en Sugar Hill, el Harlem elegante de aquel entonces. Billy Strayhorn se presentó al poco tiempo en la casa Harlem pero no con las manos vacías: llevaba la partitura de una melodía que había creado inspirándose en las indicaciones del maestro. +

La risa de Lauren Bacall

miércoles 1 de octubre de 2008  

A la emoción de ver en persona a la señora Bacall se une la posibilidad de traspasar los muros del edificio Dakota, así llamado, cuentan, porque cuando fue construído se encontraba tan a las afueras de Manhattan que la gente ironizaba con la lejanía de el nuevo edificio señorial, más cerca del estado de Dakota que del corazón de la ciudad. El Dakota es hoy, claro, uno de las paradas obligadas de los turistas. +

Vida de un Héroe

miércoles 30 de julio de 2008  

En la perezosa mañana del sábado leo el periódico. Antes de comenzar, desplumo el tocho de suplementos y publicidad y voy echando a una bolsa todo aquello que antes de su uso ya está destinado al reciclaje. Maldigo el gasto absurdo de papel, de plástico; maldigo a este país que compatibiliza su obsesión por el reciclado (mi edificio ha sido multado por no reciclar apropiadamente) con el gasto innecesario de bolsas y de papel. Como si fuera una condena que tengo que cumplir, asumo que se me irán dos horas leyendo una serie de reportajes que me llevo al sofá, como el perro se lleva el hueso al rincón. Entre esas lecturas encuentro de pronto un nombre que me resulta familiar, el de María Durán. +

© Elvira Lindo 2021