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Con Voz de Ángel

domingo 12 de septiembre de 2010  

Pasamos la infancia de nuestros hijos haciéndoles fotos para atrapar un presente que sabemos fugaz y pocas veces se nos ocurre grabarles la voz, esa voz que nuestra memoria perderá por completo con sus cómicos fallos de lenguaje y los frecuentes tonos nasales del constipado o del llanto. La voz contiene, más que la imagen, el espíritu de la persona. Qué pena cuando alguien se nos va y no ha quedado su voz grabada en ninguna parte. La voz de los niños se nos escapa a un pasado remoto, irrecuperable. ¿Cómo cantaba tu hijo? ¿cómo te pedía agua por la noche? Cantar como los ángeles es hacerlo con la pureza del niño. Sólo detesto la voz de los niños cantando esos villancicos con los que te torturan en las tiendas. Son voces de niños muertos. Entre niños vivos como lagartijas tuve hace años un momento único. Era cuando me dedicaba a visitar los colegios con mis libros infantiles bajo el brazo, como una viajante resignada de la literatura. Ocurrió en Jerez. Llegué al que sería el último colegio del día y estaba tan cansada, con la voz tan rota, que fue entrar en la clase y derrumbarme en el sillón del maestro. Comencé a hablar pero me detuve, empachada de mí misma como estaba, y les pregunté si alguno de ellos sabía cantar. ¡Estaba en el corazón del flamenco! Los chavales comenzaron a gritar el nombre de un tal Martínez y dicho Martínez, como si estuviera acostumbrado a que las masas lo reclamaran, se colocó delante del encerado. «¿Por qué palo prefiere?». Por bulerías, le dije. Qué dominio el de Martínez. Lo asombroso es que la chiquillería se puso a tocar palmas para acompañar a su estrella, un morenillo esmirriado que cantó sin nervios, seguro de ese arte que le enseñaron la abuela, la tata y la madre, tomando su mano desde bebé para hacerle llevar el compás mientras comía la papilla. Cualquier niño puede aprender a cantar bien, me dijo una vez una profesora de música, incluso los que no están dotados. Una difícil tarea en un país tan poco musical, en el que se hace cantar poco a los niños y ya no digamos expresarse en voz alta. Es algo natural que de Jerez salga un buen cantaor, de la misma manera que tantos cantantes de jazz se formaron en los coros de las iglesias. Precisamente por eso llama tanto la atención lo inesperado, la vocación que surge de la nada. Cuando tenía seis años una niña llamada Mayte Martín sentía que no había nada que la emocionara más que el flamenco. Mayte, nacida y criada en Barcelona, en el Poble Sec, a un paso de donde creció Serrat.

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Una Confesión Arrebatada

sábado 11 de septiembre de 2010  

Artículo de Lluís Satorras

(El País)

En la obra tan diversa de Elvira Lindo (la serie de Manolito Gafotas, cuentos para niños, libros juveniles, innumerables programas radiofónicos, guiones cinematográficos) hay lugar también para las novelas. Esta es la cuarta y, en fin, creo que es casi sin dudarlo la mejor, aquella en la que ha volcado su alma, enorme emoción y sensibilidad, y un saber literario de gran vuelo. La naturalidad de la expresión, el costumbrismo de buena ley y la gran verdad humana que abarca es apreciable en la mayor parte de sus páginas. Se trata de una confesión personal cuyo personaje central mantiene significativas semejanzas con la autora real. Aunque el nombre de la protagonista, Antonia, no es, evidentemente, el mismo de la autora, creo que podemos hablar de una modalidad novelística que se ha denominado autoficción, mezcla de autobiografía y ficción que permite trasladar información del autor al personaje y viceversa. La esencial ambigüedad sobre si los hechos contados son ciertos o no es un punto esencial en la credibilidad de la historia. La profesión y los diversos trabajos, el hijo de cuatro años, algunos rasgos expresivos y una circunstancia que surge al final permiten hablar del propósito de la autora de relacionar la historia con su propia vida, independientemente de la cantidad de invención puesta en los diversos episodios. Podemos también considerar una advertencia formulada literalmente en la novela: al tomar cualquier decisión, elegir un camino y rechazar otros, cancelamos la posibilidad de vivir otras vidas que hubieran sido posibles para nosotros. Siguiendo este razonamiento, puede interpretarse lo que se nos cuenta como la vida que hubiera podido llevar la propia autora si sus decisiones hubieran sido otras. Y es que me parece que el texto entero es un conjuro, un encantamiento, expresión de la necesidad de decirlo todo, de expresar el dolor sentido, los apuros, todas las penas y quebrantos para que al fin pueda la protagonista, la que es y no es Elvira Lindo, hacerse cargo con plenitud de «lo que me queda por vivir». Es así como el título adquiere todo su sentido.

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Fotos de Los Lectores (1)

jueves 9 de septiembre de 2010  

«Ya nos van llegando fotos de los amigos facebookianos con el libro. No sé qué va a hacer Xavi con las fotos, es una sorpresa… Me temo lo mejor»

En Misa

miércoles 8 de septiembre de 2010  

Tan acostumbrados estamos a que los partidos hayan acaparado los informativos que casi no percibimos que las noticias no son noticias sino un baile de declaraciones en las que el periodista más que contar asume el papel de sostenedor de micrófonos y, en ocasiones, ni eso: es habitual que los gabinetes de prensa de los partidos elijan los momentos estelares de los mítines para disfrute de los espectadores.

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Leyendo Lo Que Me Queda Por Vivir

martes 7 de septiembre de 2010  

Leyendo Lo Que Me Queda Por Vivir

«Aquí tenéis a mi padre echándole un vistazo al libro. Todavía no lo ha leído, él prefiere comprárselo en su librería del barrio… Es muy suyo. He comenzado a coleccionar fotos de amigos, parientes o de animales leyendo mi libro. Algunas son francamente divertidas. ¿por qué no os animáis y las publicamos aquí? Muchos besos, e.»

Pueden mandar sus fotos a elviralindoweb@gmail.com

Temblor Del Primer Día

domingo 5 de septiembre de 2010  

‎»Antonio ha escrito esta preciosa reseña sobre mi libro en su página web. Que trabajemos tan juntos, pared con pared, no significa que yo sepa todo lo que está escribiendo… Esto lo escribió a la chita callando, como una sorpresa. Muchas gracias, Antonio, eres un sol»
Elvira Lindo

En el escaparate de una librería de mi barrio veo al pasar la portada de Lo que me queda por vivir , la novela de Elvira que salió ayer. Como iba un poco distraído y lo he visto por sorpresa, el libro, tan familiar para mí, es nuevo durante un instante, esa portada que nos llama con una promesa inesperada de lectura. Creo que es muy buena la ilustración de Miguel: la madre muy joven y el hijo muy pequeño, los dos frágiles cada uno a su manera y los dos destinados sin remedio a la fortaleza, para protegerse el uno al otro, para darse un amparo mutuo frente a la hostilidad y a la incertidumbre del mundo exterior; la madre tocada todavía por una orfandad prematura; el hijo teniendo que aprender demasiado pronto a moverse en la zona de niebla en la que están envueltas para él las querellas sentimentales de los adultos. Retratar niños pequeños en la ficción es tan difícil como hacerlo en la pintura: Gabi, el niño de cuatro años de esta novela, tiene una complejidad tan llena de matices como la de las personas mayores que lo rodean, lo cuidan, lo confunden a veces.

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El «Tonillo» Maldito

domingo 5 de septiembre de 2010  

Siestas de verano. Qué maravilla. A pesar del inevitable mal humor en el despertar, la siesta de verano neutraliza sus efectos secundarios con una tarde que se prolonga durante horas. Siestas de verano. Ya quedan pocas. Yo, como muchas mujeres confiesan y tantos hombres ocultan, las duermo entre seriales y me siento en la gloria mecida por las voces de otros. Esta forofa de la siesta se sumerge en un sueño tan hondo que los productores de Amar en tiempos revueltos debieran plantearse el patentar un ATR nocturno que adormeciera a los que a partir de las doce nos convertimos en desesperados insomnes. Siestas de verano. Son tan largas que se prolongan más allá de una sola telenovela, y hay que buscarse dos. Este año di con la solución perfecta. Encontré la vieja serie Fortunata y Jacinta en un canal cuyo nombre no recuerdo. Como gran consumidora de series que soy tengo un sensor en mi cerebro que me despierta cuando suena la música de los títulos de crédito. Casi sin abrir los ojos, con el mando en la mano como si fuera un rosario, cambiaba a la Primera y me acolchaba los cojines para enfrentarme a ATR. Lo extraordinario de las siestas es que no están reñidas con enterarse de lo fundamental del argumento. El buen guionista de serial sabe que escribe para amantes de la siesta y de vez en cuando repite información para fijarla en nuestro cerebro. Este verano he vuelto a disfrutar de las heroínas de Galdós, de aquella serie que se realizó en 1980 y que está a disposición de cualquiera en la web de TVE. Merece la pena.

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Mother and Child

sábado 4 de septiembre de 2010  

«Otra de las canciones de la «banda sonora» de la novela es Mother and Child Reunión del gran Paul Simon. Paul Simon ha sido y es uno de mis músicos favoritos, por eso me dio tanta alegría cuando esta primavera nombraron Doctor Honoris Causa a Antonio por la Universidad de Brandeis (Massachussets) junto a este querido …cantante y compositor que tanto me ha acompañado en la vida. Cuánto me gustaba presentar esta canción cuando trabajaba en la radio y cuánto la he bailado en mi casa. Para todos vosotros, Mother and Child Reunion».

When You Wish Upon a Star

viernes 3 de septiembre de 2010  

«Ya está el libro en las librerías. De pronto, la misma sensación de siempre: ¿se defenderá, encontrará lectores? ¿con la cantidad de libros que hay por leer, qué necesidad había o hay de este? Dudas, dudas… pequeñas neurosis, que van pegadas como un chicle a mi carácter y al propio oficio. El libro tiene toda una «banda sonora» que iremos publicando en breve, pero tal vez, la canción más significativa, la más cursi y no por ello menos evocadora, es «When you wish upon a star«, aquella que cantaba Pepito Grillo y con la que comenzaban todas las películas de Walt Disney. En la novela, la madre y el niño la bailan. El niño, emocionado por ser el compañero de baile de su madre, cierra los ojos y es vencido al fin por el sueño…»

Recuerdillos

jueves 2 de septiembre de 2010  

«Hoy quiero compartir con vosotros un texto muy especial. Lo ha escrito mi queridísima Verónica López. Verónica entró a trabajar en el programa que yo dirigía en Radio 3, «El Gallo que no cesa». Era su primer trabajo, tenía 21 años. Yo tenía 28. La novela que he escrito se sitúa en aquellos años. Le pedí a Verónica que intentara evocar algunos de sus recuerdos y me ha mandado estas palabras tan emocionantes. Verónica, no sabes la alegría que me da haberte recuperado en mi vida. Lo que más recuerdo yo de ti es lo bonito que era tener tu sonrisa al otro lado del cristal»
Elvira Lindo

De Miguel…

Empezaré `por el peque, que entonces tenía cuatro años, y del que hablabas a menudo, pero tranquila…, nunca resultabas una madre pesada. Siempre hablabas de él con mucho amor y con una sonrisa. Nos contabas anécdotas como cuando iba alguien a casa y pasabais la primera media hora enseñando a las visitas la mesa nueva que subía y bajaba. Hasta que tenías que decirle, Miguel hijo…, que parecemos unos paletos… +

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