Temblor Del Primer Día
»Antonio ha escrito esta preciosa reseña sobre mi libro en su página web. Que trabajemos tan juntos, pared con pared, no significa que yo sepa todo lo que está escribiendo… Esto lo escribió a la chita callando, como una sorpresa. Muchas gracias, Antonio, eres un sol»
Elvira Lindo
En el escaparate de una librería de mi barrio veo al pasar la portada de Lo que me queda por vivir , la novela de Elvira que salió ayer. Como iba un poco distraído y lo he visto por sorpresa, el libro, tan familiar para mí, es nuevo durante un instante, esa portada que nos llama con una promesa inesperada de lectura. Creo que es muy buena la ilustración de Miguel: la madre muy joven y el hijo muy pequeño, los dos frágiles cada uno a su manera y los dos destinados sin remedio a la fortaleza, para protegerse el uno al otro, para darse un amparo mutuo frente a la hostilidad y a la incertidumbre del mundo exterior; la madre tocada todavía por una orfandad prematura; el hijo teniendo que aprender demasiado pronto a moverse en la zona de niebla en la que están envueltas para él las querellas sentimentales de los adultos. Retratar niños pequeños en la ficción es tan difícil como hacerlo en la pintura: Gabi, el niño de cuatro años de esta novela, tiene una complejidad tan llena de matices como la de las personas mayores que lo rodean, lo cuidan, lo confunden a veces.
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