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Milagro en Manhattan

lunes 21 de abril de 2014  

Si en la vida cada historia tiene una fecha de inicio incierta, en esta sobre la que hoy escribo se podría señalar una noche precisa en el calendario. La noche de otoño de 2002 en que se estrenó Hable con ella en Nueva York. Tras el cerrado aplauso que celebró la película fuimos convocados para saludar a la troupe almodovariana. En una misma habitación respiraban Kathleen Turner, Lou Reed, Toni Morrison, John Waters, Paul Auster, entre otros, y nosotros que, dado nuestro aspecto indudablemente español, éramos como los parientes manchegos del cineasta. Rodeado de celebridades estaba Javier Cámara, que aun siendo ya popular y admirado por su papel en Torrente y en 7 vidas, no había alcanzado aún la consideración que hoy disfruta y que se debe, en buena parte, a aquella película de Almodóvar. El cómico se dejaba querer por aquel público exquisito y compensaba con besos, sonrisas y payasadas su entonces pobre manejo del inglés. Nuestra mirada se cruzó en un momento dado y, aunque no nos habíamos encontrado hasta aquella noche, nos reconocimos de inmediato. No por nuestra faceta pública, sino por algo más primario que le define a uno desde los tiempos de la escuela en que empieza a socializar con otros niños: el espíritu de la comedia.

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