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¿Quién regala un aprobado a un niño?

domingo 30 de octubre de 2022  

Tenía yo nueve años cuando los Reyes me trajeron Corazón, de Edmundo de Amicis. Debían haber sido informadas Sus Majestades de que coleccionaba los libros de Bruguera, aquellos en que los pequeños lectores teníamos la opción de leer el texto del tirón, y también de seguir la historia cada dos páginas, en su versión gráfica. Era una idea extraordinaria, porque la colección estaba pensada para lectores que iban a sacar un provecho máximo a un libro que debía servir para muchas lecturas. La idea de la relectura no era intelectual, sino emocional. Acababas habitando en el cuento. No sé cuántas veces leí esta historia edificante, de aliento patriótico, en la que su autor, de ideas socialistas, trataba de transmitir a los lectores valores de generosidad, bondad y sacrificio, pero aunque esas enseñanzas morales enseguida fueron sepultadas por mi espíritu travieso, sobrevivió en mí una idea que ha perdurado a lo largo de la vida: Corazón me descubrió el concepto de comunidad, de pertenencia a un grupo en el que cada uno de sus miembros proviene de diferentes clases sociales. 

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