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Cállate, Bonita

sábado 11 de enero de 2014  

Recuerdo hace apenas siete años. Fui a Valencia, al colegio de arquitectos, a hablar de mi pueblo. Sí, todos los de Madrid tenemos un pueblo, el de nuestra madre. El mío se llama Ademuz y aunque pertenece a Valencia, está muy cerca de Teruel. El habla se tiñe, en todo ese conjunto de pueblecillos llamado el Rincón de Ademuz, de cadencias mañas, y aunque un poco fuera de todo, o precisamente por eso, posee una belleza humilde y poco solemne, que te devuelve a un universo rural ya perdido, el que disfrutamos cuando éramos niños. Yo iba a hablar del trabajo de dos arquitectos, Fernando Vegas y Camilla Mileto, que habían hecho un trabajo primoroso de recuperación de viejos pajares y de la antigua escuelita de la aldea de Sesga. La mesa redonda dio para mucho, para expresar en mi caso mi amor por la zona, y para compartir nuestra preocupación por una tierra despoblada pero muy hermosa, que merece más atención de la que recibe por estar un poco a trasmano. Al día siguiente nos paseamos por el Cabañal, ese barrio que el Gobierno valenciano quería apisonar para construir una innecesaria y brutal salida al mar. Y de camino vimos el barrio de Calatrava, el de las artes y las ciencias, todo ese espacio que los políticos cedieron a un solo nombre propio para que se explayara con dinero público…

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