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Niños Que Leen

domingo 26 de junio de 2011  

Los padres son un número. ¿Que no? Vénganse un día conmigo a firmar a una feria del libro. Quédense quietos y observen, como observan los libreros, que podrían escribir un tratado psicológico del cliente: el que da la lata y no compra nada, el que quiere que se le cuenten los argumentos, el que exige que se le asegure que el libro le va a gustar, el que no quiere libros tristes, el que no le dice nada al autor teniendo tanto que decir, el que sabe del autor más que el autor mismo. Y también saben de padres, porque los padres, insisto, son un número. Vienen a mi caseta, ponen a dos críos por delante y los presentan: «A este le encanta leer, se lee todo lo que le eches; en cambio a este… De este no hacemos carrera». El niño lector baja la cabeza, le da vergüenza haber sido descrito como el listo; el niño no lector me mira como si fuera un criminal arrepentido. Y yo siento una mezcla de simpatía y compasión hacia los dos, al uno porque lee y al otro porque no. Los padres siempre dicen que los niños no hablan porque se ponen nerviosos, pero en realidad los que se ponen nerviosos son ellos y no paran de explicar cómo la criatura estaba loca por conocerte y, ahora, míralo, se le ha comido la lengua el gato.

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El intruso

miércoles 22 de junio de 2011  

Confieso que me adentré en el Federico Sánchez se despide de ustedes de Semprún animada por ese calor que desprende la obra de quien acaba de marcharse. Sean cuales fuesen los motivos, abrí el libro y me quedé literalmente atrapada. De todos los episodios históricos que Jorge Semprún viviera en primera persona, tal vez el menos vibrante fuera su paso por un Consejo de Ministros de un país ya democrático; sin embargo, la perspicacia política y psicológica con que sabe contar cómo el aparato de los partidos asfixia los talentos individuales convierte esta narración sobre su experiencia como ministro de Cultura en todo un tratado sobre el poder.

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De Noche y de Día

domingo 19 de junio de 2011  

Me arrepiento. Si alguna vez he perjudicado a alguna persona con un artículo, me arrepiento. Arrepentirse es un verbo que se utiliza poco en este siglo, pero como yo, hasta que la vida no demuestre lo contrario, me siento más del anterior, soy de aquella generación que se arrepentía. Hago honor al verbo no por motivos religiosos, sino porque lamento hacer daño tontamente. Una vez le dediqué una columna a los taxistas, así, en general, como si no tuvieran derecho a una individualidad. Escribí, yo creía que con bastante gracia, del volumen incontrolado de la radio, del olor a rancio cuando no a sobaquina, de esos frenazos que te colocan el estómago en la garganta, del facherío incontenible; en fin, definí a un tipo de taxista, que existe, pero lo hice de manera tan frívola que parecía que el oficio hacía al monje. Quiso el destino castigarme por bocazas y, a partir de esa columna, empezaron a pararme taxis que olían a don limpio, llevaban conectada Radio Clásica, conducían como si hubieran untado las ruedas con vaselina y creían en las libertades del individuo. Vaya. Cuando daba con algún taxista de la escuela rancia, me decía a mí misma: «Algo de razón tenías», pero al rato, como si fuera una supuración del espíritu, me escocía de nuevo el arrepentimiento. El mundo del taxi me escribió, algunos taxistas amables de esos que habían encontrado mi voz alguna vez en la radio me reprocharon el trazo grueso del retrato, y yo me quedé pensando que alguna vez trataría de enmendarme escribiendo de taxistas concretos o, mejor aún, de personas que no respondieran al tópico que persigue a su oficio, sino a una soberana personalidad. Aquí van dos personajes que conocí esta misma semana:

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208 semanas de obsesión: Elvira Lindo reúne en un libro sus columnas dominicales

jueves 16 de junio de 2011  

«La columna del periódico termina por convertirse en la columna vertebral de tu vida», dice Elvira Lindo. «Toda la semana vives un poco para encontrar qué contar. Es una obsesión». El fruto de 10 años de obsesión ha desembocado en las 360 páginas de Don de gentes (Alfaguara), una selección, con prólogo de Juan Cruz, de los artículos que la escritora ha publicado en el suplemento Domingo de este periódico.

Sentada en el salón de su casa de Madrid, la autora de Lo que me queda por vivir matiza que a la hora de armar el libro se ha decantado por textos aparecidos en los últimos cuatro años, 208 obsesivas semanas agrupadas por temas: de la música a la literatura pasando por las costumbres españolas y las estadounidenses. Los textos reunidos ahora se ciñen a su colaboración dominical. Fuera quedan los que publica cada miércoles en la última página del diario. Dos extensiones, dos tonos, dos obsesiones, pues: «Es como si el domingo dejara escapar la persona privada que soy y el miércoles tuviera muy en cuenta la persona pública que soy. Respecto a la política siempre soy, creo, una persona sensata; respecto a mi vida me dejo llevar más por la insensatez». ¿Siente que la insensata perjudica a la sensata? «Lo que está bien visto es presentarse ante los demás de una pieza, y yo he hecho lo contrario. Cada columnista lleva a sus espaldas los prejuicios que se han tejido sobre él, y mi saco es enorme». Para Elvira Lindo, el mayor peligro del columnismo es «hacerte una clientela y echarle de comer». Por eso huye del repertorio precocinado de opiniones en salsa PSOE o IU o en salsa ONG: «De cada hecho me interesa dar la opinión que honradamente tengo sin pertenecer a un grupo. Coincido con la izquierda, pero no estoy ahí para halagar. Siento que no tengo míos»

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Por la cara

miércoles 15 de junio de 2011  

Entre las afirmaciones que se convirtieron en lugar común en estos últimos años una de las más curiosas es la que informaba de manera rotunda de que estas nuevas generaciones son las más preparadas de la historia de nuestro país. Quien así se expresa suele granjearse la simpatía popular dado que tras semejante dato solo cabe la alegría y el aplauso cerrado. Qué poco éxito tiene, en cambio, quien matiza diciendo que frente a una élite muy cultivada, que en ocasiones ha de marcharse al extranjero, hay también un sector de la población joven (el treinta y tantos por cien) que ha abandonado las aulas sin apenas terminar el graduado escolar. En mi opinión, la condición básica para que una sociedad cambie es no temer a las malas noticias: aquellas de las que somos inocentes, pero también esas otras en las que compartimos una parte de responsabilidad. Solo el 6% de los nuevos universitarios se decanta por carreras de ciencias. ¿Cuál es el motivo? ¿La dificultad de la carrera en sí? ¿La idea de que en tu país no encontrarás trabajo? Puede ser una mezcla de ambas, porque también se estudia Periodismo y las perspectivas laborales son aún peores.

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Quiero entrar en la leyenda

lunes 13 de junio de 2011  

Las marías. La gimnasia, los trabajos manuales, el dibujo. Ahora me doy cuenta de la falta que me han hecho esas tres disciplinas en la vida y de lo engorrosas que me resultaban en el colegio. Las marías. La odiosa clase de gimnasia con el potro de tortura; el último coletazo de la Sección Femenina en la de trabajos manuales, con la consabida canastilla; el dibujo lineal, en fin, me faltan las palabras para definir lo que sentía por el dibujo lineal. La psicomotricidad gruesa y la psicomotricidad fina. La maña, la destreza física. Cómo nos hicieron detestar cosas que luego desearíamos haber aprendido de otra manera. En la gimnasia se temía a la caída y al ridículo; a los trabajos manuales se les tomaba manía y eso que era lo más cercano al juego infantil; puede que la forma de evaluar el dibujo dividiera casi desde el principio a los torpes de los virtuosos.

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El Tocino

miércoles 8 de junio de 2011  

De camino a la caseta en la Feria de Libro de Madrid, un lector del periódico me pregunta, así, de sopetón, que qué me parece lo de Franco. ¿Lo de Franco? Ah, ya caigo, lo de la Academia de la Historia. Añade el hombre, con cordialidad, que está esperando una columna. Ay, las columnas, las columnas. En España tenemos cierta tendencia a utilizarlas no para aportar algo nuevo a lo que ya está dicho, sino para dejar bien claro en qué posición estamos nosotros.

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Todo Vale

domingo 5 de junio de 2011  

Hay personas a las que no les gustan los musicales. ¡En serio! Yo he conocido a alguna. Y debo decir que las he observado muy atentamente, con gran asombro. Despiertan en mí tanta curiosidad como aquellos a los que no les gustan el chocolate, la patata, el tomate o el pan. Son los sabores que triunfan entre los niños: algo deben de tener para ser amados universalmente. Recuerdo a alguien que me dijo, «no me gustan los musicales porque me gusta el teatro». Esto me hizo pensar que hay personas que no quieren rebajarse a que les guste lo que gusta a una mayoría. O que piensan que aquel espectáculo en que los adultos disfrutan como niños no puede ser valioso. También hay quienes los desprecian porque los argumentos son tontorrones. Y es verdad, los musicales suelen tener un hilo conductor que apenas sirve de hilván para unir las canciones. Pero qué importa si esas canciones son extraordinarias. Se olvida que las melodías de los musicales han sido amadas por los músicos de jazz, de pop o bossa nova. Cuando una canción es buena es indestructible.

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Dónde están

miércoles 1 de junio de 2011  

Hace unos meses, en unas jornadas sobre los cambios sociales que ha experimentado España en los últimos treinta años, se me ocurrió decir, al hilo del asunto de las cuotas, que mientras no viviéramos en una sociedad que aceptara de manera natural la igualdad esas cuotas deberían cubrirse con mujeres altamente preparadas. Tras la charla se me acercaron dos jóvenes que airadamente me recriminaron el comentario, calificándolo de discriminatorio. A mí también me gustaría, les dije, vivir en un ambiente en el que hubiera tantas mujeres ineficaces como hombres ineficaces hay en puestos de liderazgo, pero, de momento, nuestros errores o fracasos siempre son señalados como si fueran consecuencia de la condición femenina. Un ejemplo: el gesto serio en la dimisión de un político se suele interpretar como signo de solemnidad; en una mujer, como el célebre número de los pucheritos.

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Presentación Don de Gentes en Madrid

martes 31 de mayo de 2011  

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