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LO QUE ENTONCES NO PUDO DECIRSE

sábado 10 de septiembre de 2016  


A menudo charlo con jóvenes amigos que andan preocupados, no sin razón, por el estrechamiento de la libertad de expresión. Y estamos de acuerdo en que el batallón de supuestos humillados y ofendidos es tan amplio y tan ruidoso que acaba provocando, se quiera o no, que quien expresa su opinión públicamente mida en exceso lo que dice o escribe por miedo a pisar un charco indeseado por una bobada. Porque es habitual que lo que desata la indignación suelen ser nimiedades, y porque tampoco debería ser tan grave soltar una inconveniencia o meter la pata de vez en cuando. Pero discrepo, también a menudo, con estos jóvenes plumillas a los que por el hecho de que sean jóvenes no me veo en la obligación de dar la razón (no padezco el miedo a sentirme desfasada) en la pertinencia del humor que hace sangre con la sangre. EL ARTÍCULO SIGUE AQUÍ ->> http://cultura.elpais.com/cultura/2016/09/09/actualidad/1473437941_126152.html

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