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Paco y María

domingo 23 de octubre de 2011  

No sé si he afirmado en algún artículo anterior que estoy radicalmente en contra de la participación del espectador en el teatro. Discúlpenme si me repito, tras quince años de crónicas es normal que una saque a pasear de vez en cuando sus obsesiones, y la obsesión de que alguien me saca a un escenario sin que yo quiera es algo que me persigue hasta en sueños. Eso mismo le explicaba la otra noche a un muchacho que medio en bolas me acompañaba hasta mi asiento en un cabaré que daba en llamarse The hole en el viejo teatro Calderón (el que ahora se llama como una marca de helados). Le decía al muchacho, que era el acomodador pero no llevaba traje sino capa y taparrabos, «mira, yo no quiero que se me siente nadie encima». Viendo que me habían elegido un asiento nada más y nada menos que en el mismo escenario tuve que repetirlo con violencia y hasta dar mis credenciales, «las cronistas no podemos interactuar con los actores, te lo advierto». Una vez que me hube asegurado de que nadie se nos acercaría, ni a mí ni a mi hermana, que es una mujer mucho más decente que yo (dónde va a parar), me quedé casi tranquila. Después de tomarme un gin and tonic más tranquila todavía. Si estaba allí no era para ver tetas y culos, porque las tetas y los culos están a la orden del día, sino para reírme con Paco León, ese cómico español del que siempre me acuerdo cuando visito el Metropolitan, porque es idéntico a uno de los retratos de El Fayum, de cuando Egipto era provincia romana.

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