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De escritoras y cómicas

sábado 17 de enero de 2015  

La otra tarde, sin venir a cuento, me colé en el Teatro Español. Tengo una devoción infantil por los oficios manuales y quise pasar un rato en la peluquería del teatro para ver a Antoñita, viuda de Ruiz, ponerle la peluca al actor Juan Diego, que andaba estos días pasados encarnando a Ricardo III. Un cómico español no puede decir que haya sido bautizado en su oficio si no ha dejado su cabeza en manos de Antoñita, viuda de Ruiz, que así quiere que la nombren, con ese título nobiliario que recuerda a su difunto, maestro de posticería, prendas de cabeza y maquillaje teatral. La peluquería del Español bullía una hora antes de la función y con el ruido de los secadores parecía estar uno dentro de un helicóptero. De pronto, entró una dama en quimono. Tan delicada que tenía un aire verdaderamente oriental. Era Asunción Balaguer, viuda de Rabal, que también pasea la memoria de su Paco allá por donde vaya. Le dije que había conocido a su marido en el estreno de Goya en Burdeos y, con esa naturalidad de las ancianas para hacer un aparte en medio de la multitud, Asunción contó que el actor murió mientras sobrevolaban Burdeos, y que antes de comenzar con la crisis que le conduciría a la muerte pronunció su último deseo, “ahora me tomaría un benjamín”. Lo cual me parece el colmo de saber apurar la vida hasta el último sorbo. EL ARTÍCULO SIGUE AQUÍ ->> 

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