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Bares de Viejo

domingo 25 de septiembre de 2011  

Hay almas ingenuas que se creen que no siguen las modas. Con esos espíritus puros es mejor no discutir porque viven convencidos de su diferencia. Bastaría que nos mostraran un retrato de hace veinte años para hacerles notar que hasta en las patillas se aprecia que uno es parte de su tiempo. En las patillas de los hombres y en las cejas de las mujeres. No se sabe quién convenció a las chicas de los setenta de que se las depilaran hasta esquilmar los poros, y quién nos convenció a las de los ochenta para que luciéramos las cejas en su máximo salvajismo. Este siglo XXI es el de los experimentos capilares. Ves a un hijo tuyo un día y te sorprende con unas patillas de escritor romántico y a la semana siguiente se ha dejado barba de cuáquero. Modas. Personalmente, convivo mejor con este eclecticismo presente que permite que uno componga a su manera su propio personaje. Modas. Todos las seguimos.

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Hay un hombre en España

domingo 18 de septiembre de 2011  

«Hay un hombre en España que lo hace todo, hay un hombre que lo hace todo en España». Así comienza una genial canción del grupo Astrud. No les falta razón: hay un hombre en España que, verdaderamente, lo hace todo. Es ese hombre que se levanta una mañana con ánimos de matar, no con las ansias de un asesino (por favor), él desea matar como matan los héroes. Ese hombre sale de casa armado con una lanza. No es algo que pueda hacerse todos los días, me refiero a eso de ir por la calle con una lanza en la mano, pero por fortuna vivimos en un país que nos ayuda a liberar nuestros primitivos instintos y que nos invita a salir de casa con una lanza un 13 de septiembre. Un 13 de septiembre, en Tordesillas, ese hombre de España que lo hace todo sale de casa armado con su lanza.

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Razones Para Matar

domingo 11 de septiembre de 2011  

Para mí, el 11 de septiembre ocurrió en octubre, porque tengo que confesar que a mi mente le costó interpretar lo que mis ojos vieron aquella primera mañana o todas las siguientes de aquel mes, cuando bajábamos hasta la calle Houston, donde la policía instaló la primera barrera para impedir la entrada a todo aquel que no anduviera en labores de rescate. Como el periódico no espera, ni esperan en las tertulias radiofónicas, me vi de inmediato escribiendo crónicas o interviniendo en la radio. Aquel mes que habíamos planeado como unas vacaciones familiares se convirtió en un periodo de intenso trabajo. No me hago responsable ahora de lo que opiné entonces y no porque lo hiciera frívolamente sino porque no entendía nada, aquello era demasiado grande para mí. Tal vez para todos, pero siempre me da la impresión, cuando leo columnas o escucho a contertulios, que los demás tienen o fingen una seguridad que a mí me falta.

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Por Si Sirve De Algo

domingo 4 de septiembre de 2011  

Se sabe que, en verano, ese campo de donde brotan las noticias es un erial. Eso es lo que creemos en estos países mediterráneos en los que, en cuanto llega julio, desplumamos los periódicos y los dejamos del tamaño de una hoja parroquial y aprovechamos para emitir reportajes en los telediarios sobre masajistas falsos en las playas, móviles en los restaurantes, indigestión por gazpacho, extranjeros entusiasmados por la Tomatina y el toro Ratón, que como nos han dejado claro por activa y por pasiva, es un gran asesino y por eso se lo rifan en los ayuntamientos, y al que no le haga gracia que se vaya del pueblo. A veces, la realidad, maldita sea, se nos desmanda y se empeña en que en verano empiecen la Primera Guerra Mundial, la Guerra Civil española o la Revolución Francesa.

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Humor Y Sangre

domingo 17 de julio de 2011  

En España aún se lleva ser malo. Ser malo es un atraso, pero es que esa idea de que el mundo siempre progresa ya sabemos que es errónea. Pareció, durante un tiempo, que nos estábamos curando, pero hay gente que defiende la mala hostia como si fuera una especie de tesoro nacional, un signo identitario que fuera una pena perder. Y así estamos. Si echamos la vista atrás, a 1932, por ejemplo, y leemos que en el semanario Gracia y Justicia alguien escribía: «Federico García Loca o cualquiera se equivoca», nos llevamos las manos a la cabeza. Pero a la indignación que ese insulto nos provoca contribuye que sabemos lo que vino después: el asesinato, la guerra, la dictadura, en fin. La prensa está plagadita ahora de esa prosa. Quienes la utilizan están convencidos de que son descendientes de Quevedo, y de vez en cuando, para jalearse, le encargan a un becario un reportaje sobre el insulto como una de las bellas artes del articulismo español. Este es un reportaje que se hace una vez al año o así, y siempre es igual, que si Quevedo, que si Góngora, que si Valle-Inclán o que si Cela… Cuando Cela insultaba, sus emocionados costaleros (como les llamó en una ocasión Muñoz Molina) le sacaban en procesión. También hay lectores que jalean este estilo tan de nuestra tierra. ¡Dale caña, dale caña!, gritan los fans. Los artistas del insulto siempre tienen lectores depredadores que quieren acabar de leer una pieza con los dientes llenos de sangre.

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Hermanos, Hermanas

domingo 10 de julio de 2011  

Los hermanos… Los hermanos Lumière, los hermanos Almodóvar, los hermanos Karamazov, los hermanos Calatrava, las tres hermanas de Chéjov, los hermanos Pinzón, los hermanos rarunos de El turista accidental, el hermano que llevó a Alfonso Guerra a comparecer en el Congreso, el hermano peculiar de Federico Trillo, las Andrew Sisters, las hermanas Gilda, las hermanas Brontë, los hermanos Lindo (¡estos son los míos!), los Trueba, los hermanos Mala Sombra, los Dalton, las hermanas Brown, los hermanos musulmanes, los gemelos de María Dolores Pradera, los hermanos de Manolo Escobar, los hermanos Marx, los Warner Brothers, las hermanas siniestras de Qué fue de Baby Jane, los Gutiérrez Caba…

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Berlusconeando

domingo 3 de julio de 2011  

Veo italianos. Cosa que no es extraña si se tiene en cuenta que paseo por Roma. Cuando el columnista pasea por Roma suele ver el Coliseo, el Panteón, la escalinata española, la Fontana de Anita Ekberg o esos atardeceres ocres que, sí, hay que decirlo, son tan bellos que entran ganas de colar toda esa emoción en un artículo; pero hay que contenerse: esa columna, como la de Trajano, ya está construida. También hay mucho escrito sobre la belleza de las italianas. No hay crítico de cine que no haya descrito las maravillas que hizo la pasta en las curvas de Loren o Cardinale. También los varones novelistas suelen hablar de piernas. No hay novelista varón que no haya escrito al menos una página sobre las piernas de las viandantas, sobre ese momento mágico en el que ellas se despojan de las medias. Si el novelista es gay y habla de las articulaciones inferiores femeninas, suele centrarse en los tacones. No me pregunten por qué, pero eso es así en un 97%. Las novelistas, en cambio, solemos detenernos poco en la contemplación sin excusas de los hombres. Y ya no digamos las columnistas.

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Presentación Don De Gentes Madrid

jueves 30 de junio de 2011  

Niños Que Leen

domingo 26 de junio de 2011  

Los padres son un número. ¿Que no? Vénganse un día conmigo a firmar a una feria del libro. Quédense quietos y observen, como observan los libreros, que podrían escribir un tratado psicológico del cliente: el que da la lata y no compra nada, el que quiere que se le cuenten los argumentos, el que exige que se le asegure que el libro le va a gustar, el que no quiere libros tristes, el que no le dice nada al autor teniendo tanto que decir, el que sabe del autor más que el autor mismo. Y también saben de padres, porque los padres, insisto, son un número. Vienen a mi caseta, ponen a dos críos por delante y los presentan: «A este le encanta leer, se lee todo lo que le eches; en cambio a este… De este no hacemos carrera». El niño lector baja la cabeza, le da vergüenza haber sido descrito como el listo; el niño no lector me mira como si fuera un criminal arrepentido. Y yo siento una mezcla de simpatía y compasión hacia los dos, al uno porque lee y al otro porque no. Los padres siempre dicen que los niños no hablan porque se ponen nerviosos, pero en realidad los que se ponen nerviosos son ellos y no paran de explicar cómo la criatura estaba loca por conocerte y, ahora, míralo, se le ha comido la lengua el gato.

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De Noche y de Día

domingo 19 de junio de 2011  

Me arrepiento. Si alguna vez he perjudicado a alguna persona con un artículo, me arrepiento. Arrepentirse es un verbo que se utiliza poco en este siglo, pero como yo, hasta que la vida no demuestre lo contrario, me siento más del anterior, soy de aquella generación que se arrepentía. Hago honor al verbo no por motivos religiosos, sino porque lamento hacer daño tontamente. Una vez le dediqué una columna a los taxistas, así, en general, como si no tuvieran derecho a una individualidad. Escribí, yo creía que con bastante gracia, del volumen incontrolado de la radio, del olor a rancio cuando no a sobaquina, de esos frenazos que te colocan el estómago en la garganta, del facherío incontenible; en fin, definí a un tipo de taxista, que existe, pero lo hice de manera tan frívola que parecía que el oficio hacía al monje. Quiso el destino castigarme por bocazas y, a partir de esa columna, empezaron a pararme taxis que olían a don limpio, llevaban conectada Radio Clásica, conducían como si hubieran untado las ruedas con vaselina y creían en las libertades del individuo. Vaya. Cuando daba con algún taxista de la escuela rancia, me decía a mí misma: «Algo de razón tenías», pero al rato, como si fuera una supuración del espíritu, me escocía de nuevo el arrepentimiento. El mundo del taxi me escribió, algunos taxistas amables de esos que habían encontrado mi voz alguna vez en la radio me reprocharon el trazo grueso del retrato, y yo me quedé pensando que alguna vez trataría de enmendarme escribiendo de taxistas concretos o, mejor aún, de personas que no respondieran al tópico que persigue a su oficio, sino a una soberana personalidad. Aquí van dos personajes que conocí esta misma semana:

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