Buenas Notas
«Este artículo publicado en la revista ELLE se lo dedico a todos mis queridos amigos de esta página: gracias por vuestro cariño. Es eso lo que busco y me siento muy recompensada»
Elvira Lindo
Me pasa como a los niños, llega el verano y hago recuento, como si se acabara el curso, y aunque ahora no tenga que enfrentarme a la pesadilla de los exámenes y las odiosas notas, hay algo en estas fechas, al menos por mi parte, de boletín de calificaciones, de buenos o mediocres resultados; o bien, al estilo pedagógico que marcan los tiempos, de “progresa o no progresa adecuadamente”. Este curso escolar ha sido importante para mí, lo siento de manera intensa. He terminado un libro que, por razones diversas (el miedo y la temible dispersión) me ha costado mucho escribir: ¡cuatro años! Pero ya está aquí. Lo veré en septiembre en las librerías y sentiré alegría, vértigo, pudor y también una lejanía creciente: me irá dejando de pertenecer para ser de cada persona que lo tenga en sus manos.
Este curso me han pasado cosas buenas y dignas de provocar alegría: no he perdido ningún amigo. Hay años negros en los que por malentendidos o porque una amistad no era tan sólida como nosotros creíamos renunciamos a compañías que fueron cercanas. Eso siempre produce amargura, pero aún así, con el tiempo he ido haciéndome a la idea de que hay amistades que llevan escrito desde el principio, aunque este sea luminoso, su fecha de caducidad. Pero este año eso no ha ocurrido: ahí están mis amigos. No sé si ellos me querrán tanto como yo aprecio su presencia en mi vida. Eso no depende de mí. Saben que a veces soy sociable y otras huidiza y me permiten esas idas y venidas. Son necesarias para mí: a los grandes amigos no se les puede ver todos los días para, cuidar, con todo el mimo posible, eso tan delicado que es la amistad. Pero es que aún hay más: este año he hecho amigos nuevos. Alguien me dijo hace poco que a partir de los cuarenta ya es más difícil incorporar amistades importantes en la vida. Qué deprimente. Me niego a estar de acuerdo. Será porque yo estoy abierta a que me sucedan cosas pero este año he conocido a personas que ya son muy queridas para mí. No necesitan ningún certificado de antigüedad para irrumpir en mi corazón con todo el derecho. Cuando entré en la radio tenía diecinueve años. Mi primer amigo del cafelito de la mañana fue un compañero que ya rondaba los sesenta. Era guionista. Sabía todo del mundo del espectáculo y había sido guionista del programa de ¡Elena Francis! Aprendí y disfruté de su compañía. Me escribió hace unos años porque me basé en él para escribir un personaje en una de mis novelas y se reconoció. La amistad es un flechazo a primera vista. En este mundo tan segregado en grupos de afinidades sexuales, generacionales, ideológicas, yo creo en la amistad sin más razones que las sentimentales. Y este curso he sacado, en eso, muy buenas notas.